Mi programación favorita es la de Telemadrid, porque me ocurre lo mismo que a Groucho Marx: considero que la Televisión es un medio de alto nivel cultural: en cuanto veo lo que echan me marcho a leer un libro… o a leer en Internet.

La verdad es que no. La televisión de hoy el segundo medio informativo más importante, después de Internet. En breve será fagocitado por Internet pero con ello el vídeo potenciará su influencia. En cualquier caso, la sociedad se divide cada vez más nítidamente, en dos: los que ven y lo que leen.

Y en el entretanto, Telemadrid sigue en negro, porque los sindicatos Comisiones Obreras y UGT se dedican últimamente al sabotaje. Es decir, que son auto destructivos. Si con la audiencia que tenían sólo da para una plantilla de 200 personas, con la pantalla en negro no dará ni para 50. Y si lo que quieren es que no la privaticen, lo que tendrían que hacer es comprarla los propios trabajadores al Gobierno regional, que se la cedería, estoy seguro, a precio de saldo. Al parecer, se trata de sindicatos muy capaces de organizar sabotajes destructivos pero incapaces de crear otra cosa que empleos de saldo pagados por todos los contribuyentes.

Pero en lugar de organizarse para convertirse en propietarios, por ejemplo mediante la fórmula de una cooperativa, lo que están haciendo es cargarse la audiencia, eso sí, en nombre de la calidad del servicio y del pluralismo informativo.

Pero este sindicalismo autodestructivo y suicida se deja ver en otras empresas. Por ejemplo, en el Metro. Una plantilla bien tratada por la empresa, bien pagada y con seguridad en su empleo, que se ha dedicado a fastidiar a los madrileños con enorme entusiasmo. Llevan meses de paros parciales -en horas punta, naturalmente- aprovechándose de que una gran urbe sin transporte urbano se convierte en un caos.

Luego llegó el puente del 4 de enero y la Cabalgata de Reyes del cinco y entonces programaron paro total. Si no llegan a cumplir los fortísimos, y adecuados, servicios mínimos del día 5 -el peor día del año para el tráfico en Madrid- la integridad del personal podría haber corrido peligro, porque el magma del cabreo popular va en aumento.

Ahora, el "corporativo" de CCOO y UGT anuncia una tercera huelga general contra el Gobierno Rajoy si el paro llega a los 6 millones. Es un baladronada, claro está, porque saben que la ciudadanía pasa cada vez más de las dos centrales mayoritarias y que la siguiente huelga general resultaría un fracaso aún más clamoroso que las anteriores. También, porque los españoles se están percatando de una verdad a gritos: las cúpulas sindicales no están luchando ni por los trabajadores ni por los menesterosos: están luchando por mantener su propio poder político. Y es que CCOO y UGT ya no son sindicatos: son partidos políticos y como buen partido su primer objetivo es mantener su nivel de poder. Por eso cifran la amenaza, como buenos matones, para los 6 millones de parados: probablemente no se alcance nunca esa cifra.

En la crisis más dura de toda la historia de Occidente, CCOO y UGT deberían haber cambiado de estrategia: su reclamación debería ir por menos impuestos laborales y por mejor salario mínimo, no por huelgas que acaban por matar a empresas enfermas. ¿Por qué no lo hacen Porque Méndez y Toxo (en la imagen) no están pensando en los trabajadores: piensan en su propio futuro y en su propia egolatría.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com