Cuando alguien no se quiere integrar en ninguna Iglesia es porque quiere ser Papa de todas.

Están de moda los cristianos sin Iglesia. El presidente Barack Obama no ha encontrado sustituto en Washington para su querido pastor y asesor espiritual Jeremiah Wright, de la Iglesia Unida de Cristo, el de los marines genocidas, quizás porque ahora Obama es el comandante en jefe del Ejército norteamericano y claro, no queda bien liderar a decenas de millares de genocidas.

El caso es que Obama ha pasado a ser un cristiano sin Iglesia, que es lo mismo que le ocurre, en estos predios, a José Bono, un político que ha dejado clara su esencia eclesial: Yo sigo a Cristo, no al obispo Martínez Camino. O sea, que ni Obama ni Bono quieren intermediarios en su comunicación con el Padre Eterno y, si la comunicación es deficiente por falta de cobertura la culpa no es ni de don Barack ni de don José.
Abundan los cristianos sin Iglesia, los que se citan directamente con Cristo sin necesidad de curas. Son gente poco dispuesta a obedecer a la Jerarquía y, por lo general, extraordinariamente críticos con los obispos.  Pero insisto, ¿qué es un cristiano sin Iglesia? El que quiere ser Papa. Cristo sí, pero los curas no, porque los curas son unos

Ahora bien un cristianismo sin Iglesia es como una educación sin maestros, una ciencia sin laboratorios, una democracia sin partidos políticos o una economía sin empresas. Y, si de Obama y Bono hablamos, como los Estados Unidos sin Casa Blanca o el Congreso sin presidente.

Una anécdota muy ilustrativa del presidente norteamericano: durante su último discurso en Tucson, con motivo del múltiple asesinato perpetrado por un demente en un acto público, alguien dijo que las palabras de Obama curan. Comprenden, el cristiano sin iglesia, Barack Obama, posee dones taumatúrgicos. Y esto lo reseñó un periódico español tan poco dado a las jerarquías morales como El País. Admito apuestas: en breve oiremos hablar de una curación medicamente inexplicable, gracias al verbo florido de Obama.

Y hay que reconocer que el hombre más poderoso del mundo es un desastre como gestor económico pero ilumina a los hombres. Y a él le gusta mal el papel de profeta telúrico que el de gestor del Presupuesto.

El principal enemigo de cristianismo actual es la tibieza y el único pecado
la desobediencia, es decir, la soberbia. Traducido: Yo creo en Dios pero no en los curas.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com