El sida es una enfermedad producto del pecado. Dicho esto podría finiquitar el artículo y dar paso a los insultos, pero sospecho que debo desarrollarlo.

Entre otras cosas porque me ha llegado un muy sensitivo mensaje de Burson Masteller, importante multinacional de relaciones públicas -perdón, "Comunicación", con un titular que ha enternecido este viejo corazón: "Escucha tu conciencia". Subtítulo Escucha tu conciencia (bis) y no bajes la guardia. El preservativo es el único método.

El hecho de que la multinacional que se está forrando con los condones apele a la conciencia me ha producido una hemorragia de placer, digo. No necesito aclararles que Burson trabaja para el fabricante de los durex.

En primer lugar, es falso: el preservativo no constituye una garantía para evitar el contagio. Lo único que no produce sida es fornicar con quien no debes y siempre, siempre, fornicar como no debes. Si apelamos a la señora conciencia, la doña nos dirá que lo que no se puede hacer es confundir el sexo con la penetración anal, que es antinatural, porque el recto no está hecho para eso... ni el falo tampoco. Quien se emborracha corre el riesgo de quedar alcoholizado, hay que ayudar al alcoholizado, ciertamente, pero también hay que animarle a que no le dé a la botella con tanto entusiasmo.

En segundo lugar, cuando comenzó la pandemia, éramos más sinceros y no apelábamos a la conciencia: explicábamos, con unos muñequitos orondos que es lo que "sí da" y que era lo que "no da".

Las relaciones homosexuales constituían el primer factor de riesgo -vamos, que sí que daban- junto a otros 'inocentes' como los hemofílicos. Pero ahora la inquisición gay se ha encargado de exigir al Estado máxima protección y, sobre todo gratuita, al tiempo que sanciona a todo aquel que se atreva a poner en solfa la homosexualidad como lo que es: algo antinatural, porque atenta contra la ley natural y contra la naturaleza. Es una enfermedad producto de la inmoralidad reinante y de haber disociado sexo y amor.

Dicho esto, claro que hay que apoyar al sida. Se le ha apoyado mucho -lo que no se ha apoyado, por ejemplo, al cáncer, que no es producto de pecado alguno, pero hay que seguir haciéndolo-. Si contra el cáncer se hubieran dedicado los recursos que se han dedicado a luchar contra el sida, otro gallo nos cantaría.

En Occidente, el sida ya no es una enfermedad mortal pero implica una terapia carísima. En África, sin embargo, los afectados caen como moscas porque no tienen medios para financiar terapias tan onerosas.

En cualquier caso, menos caradura Durex, que te estás forrando con una mentira. Escucha la voz de tu conciencia: no forniques con quien no debes.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com