La encuesta del CIS publicada el pasado martes reveló que Alfredo Pérez Rubalcaba (si les das la espalda, te la clava) es uno de los políticos más populares de España.

Un triste consuelo en sus horas más bajas, porque Rasputín no consigue su sueño de alcanzar la Presidencia del Gobierno con la división de Rodríguez Zapatero, crecido tras la visita de Ángela Merkel, donde a costa del aplauso alemán nos prepara a todos los españoles para un futuro de colonización económica, es decir, de penurias.

Zapatero no sólo no piensa en dimitir sino que, a poco que mejoren las cifras del desempleo, quiere presentarse a las próximas elecciones. Eso sí, sabe que los felipistas, es decir, Felipe González, Javier Solana, Juan Luis Cebrián y... Rubalcaba, le exigirán primarias. Además, cuenta con Carme Chacón para disputarle la primogenitura al vicepresidente.

Por si fuera poco, Zapatero le ha ganado la partida en Euskadi, porque ahora vuelve a vender el fin del terrorismo de ETA, con lo que le arrebata a Rasputín su imagen de firmeza ante los terroristas.

De postre, el Caso Faisán vuelve a introducir a Rubalcaba el químico en las cloacas del Estado. No es de extrañar que ande por la vida con cara de pocos amigos.

Ahora bien, el Partido Popular no debería pensar que está quemando al sustituto, porque de esta forma a lo mejor está beneficiando el retorno de Zapatero. Las elecciones, a pesar de lo que digan los cínicos, hay que ganarlas, no sólo hacer que se pierda el adversario. Y lo cierto es que aún no conocemos el programa del PP. Y lo que conocemos parece muy tibio para tiempos de crisis, de crisis económica y crisis moral. La clave está en la segunda.

Eulogio López

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