Pero nombra ministro a Camacho, que ya era secretario de Estado durante el periodo de autos

 

La Audiencia Nacional ha procesado a tres cargos policiales por colaboración con ETA por el chivatazo del caso Faisán.

En una sociedad tan jerarquizada, por lo general, un cargo intermedio no hace un movimiento sin que los que están arriba no lo sepan. Más que nada para no quedar al descubierto si te pillan, como ha sido el caso.

El caso Faisán ha venido a confirmar algo que ya se suponía y a dejar en abierto otro aspecto. Sobre lo primero, que la Audiencia Nacional procesará a tres cargos policiales (al exdirector general de la Policía Víctor García Hidalgo, al jefe superior de Policía del País Vasco, Enrique Pamies y al inspector José María Ballesteros) por los delitos de colaboración con organización terrorista, encubrimiento y revelación de secretos; sobre lo segundo, que como en el caso de los GAL, falta el señor X, y que muchos señalan hacia el actual candidato socialista a la presidencia y como elemento intermedio al actual ministro del Interior, Antonio Camacho, pero parece haber recibido buena paga, aunque quizás breve, a su labor en la secretaría de Estado.

Seguramente, tal y como ha dicho Alfredo Pérez Rubalcaba, "no se hubiera producido tal escándalo político" si no hubiera sido ministro. Y algo de razón tendrá, de la misma manera que las fiestas Bunga Bunga de Berlusconi no tendrían tanta relevancia si no fuera porque él es el primer ministro italiano. Lo terrible, además del hecho en sí del chivatazo, es que al que era secretario de Estado en el periodo de autos se le haya nombrado ministro, un movimiento que parece una recompensa.

Andrés Velázquez

andres@hispanidad.com