Tiene razón Paul Krugman en su conclusión pero no en las premisas que le llevan a ella, en su último artículo multinacional.

 

Asegura el Nobel de Economía 2008, tan invitado a La Moncloa por el ahora innombrable Zapatero, lo siguiente: "Se ha demostrado falso que sólo la austeridad pueda dar tranquilidad a los mercados de deuda". Es cierto: los gobiernos, por ejemplo el alemán y el español, aseguran que los ajustes generan la confianza de los mercados y, en consecuencia, traen por sí mismos la recuperación económica. Es falso, porque la codicia de los especuladores, es decir, la codicia de los mercados financieros, es infinita y nada les serena: siempre quieren más.

Lo mismo les ocurre a los políticos: nunca serán austeros, siempre estarán emitiendo deuda y convirtiéndose en rehenes de los mercados que se la compran. A los mercaderes del dinero, del dinero de los demás, les enardece la debilidad del moroso y tienden, por naturaleza, a extorsionarle, trátese de individuos o de países.

Dos errores más de Krugman. La solución que ofrece -mejor, la que se entrevé, porque como buen economista casi nunca propone nada- es el aumento del gasto público. Ajuste y expansión no son incompatibles sino complementarios. Craso error, el gasto público significa más impuestos, y los impuestos acaban siempre dañando a la propiedad privada pequeña, la PPP, es decir, la clave del bienestar económico, de la libertad individual y de la justicia social.

El otro error, u omisión, consiste en el gasto en sí mismo. ¿Gasto público? ¿En qué? El gasto estatal, como los ajustes, tampoco aseguran la recuperación, más en unas economías como las occidentales, donde todas las ganancias de productividad se consiguen a costa del trabajo y de la pequeña propiedad, calco del modelo chino, modelo ventajista que compite a costa de salarios de miseria y de corrupción empresarial. Los nuevos ricos chinos no son más que la vieja oligarquía del Partido Comunista de Mao, el mayor tirano de la historia.

No, ajuste y expansión son complementarios, ciertamente. Pero no se trata de ajustar las cuentas públicas con subidas de impuestos, tasas y multas -es decir, fastidiando al ciudadano- sino suprimiendo servicios públicos y reduciendo el Estado del Bienestar, que se ha convertido en mucho Estado y escaso bienestar. Y no se trata de expansionar con inversiones multimillonarias en infraestructuras o atrayendo a grandes multinacionales. Se trata de subir los salarios mínimos para aumentar el consumo -y por tanto, la producción y la inversión- al tiempo que se detiene el proceso globalizador para que no se imponga en el mundo ese modelo emergente chino, que no es otra cosa que explotación laboral.

Y se trata, también, de fomentar el autoempleo, al emprendedor, al que se fabrica su propia página de facturar, hacia una economía de pequeñas unidades, que es donde radica, tanto la libertad individual como la justicia social y que, además, es la más creativa de todas.

Salarios justos y propiedad privada pequeña. Eso es lo que precisa la economía actual para salir de la crisis. Los impuestos, resérvense para los especuladores financieros. El 1 de mayo fue un buen día para reflexionar sobre ello.

En el caso español, ni la política económica de Zapatero ni la de Rajoy están a la altura. La primera, por ningún lado. La segunda, porque se preocupa de los mercados financieros y del ajuste, no de subir los salarios bajos ni de fomentar -o no fastidiar- al emprendedor.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com