Sería la mejor manera de que no se aferraran al sillón y también la mejor forma de urgirles a subir ese salario mínimo, verdadera vergüenza nacional, pues está cifrado en 641 euros brutos mensuales. Y es un salario muy importante, porque indicia todos los demás.

Si los políticos cobraran el salario mínimo llegarían a la función pública con vocación de servicio, y se verían obligados a buscarse otra actividad para hacerla compatible con esa función pública.

Se puede argüir que algunos miembros de la clase política precisan exclusividad. Pues bien a quienes deban dedicarse en exclusiva a la política se puede hacer una excepción. Pero sólo a ésos.

La publicación de los patrimonios de los diputados no aportan mucho, porque los políticos se dedican a enfrentar lo que cobran los congresistas y senadores de los distintos partidos. Y no se trata de que unos tengan más fortuna que otros sino de que sus elevados emolumentos, al menos comparados con el salario medio español (que no alcanzaba en 2010 los 2.000 euros brutos mensuales), les han convertido en políticos profesionales. Y como profesionales, se empeñan en perpetuarse en su puesto de trabajo, olvidando que la política no es una profesión sino una vocación. O debería serlo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com