Sr. Director:
Solo dos meses lleva el nuevo Gobierno realizando las reformas anunciadas, con el respaldo de la mayoría social.

 

Los socialistas han elegido la calle para orquestar junto con los sindicatos de clase y demás movimientos antisistema, su labor de oposición. Es el guión de una película que vamos a ver repetida durante los próximos cuatro años. Empezaron los sindicatos criticando de forma demagógica e irracional la reforma laboral. Son los mismos que durante los siete años de gobierno socialista no rechistaron, bien surtidos de subvenciones y prebendas.

Su discurso anacrónico ha sido cómplice, por su autismo, en el proceso de destrucción de cinco millones de puestos de trabajo. Y ahora, actúan como el maestro Ciruela: "que no sabía escribir y puso escuela". Jamás se ha oído decir que los sindicatos hayan creado un solo puesto de trabajo. Cuando la reforma laboral es del mismo tenor que han realizado los países de la UE. No contentos con el anuncio de huelgas, que solo sirven para hundir más la economía, y con el solo argumento racional de incendiar las calles, surge "espontáneamente" (¡oh, casualidad!) la provocación de la llamada Primavera valenciana. Unos jóvenes estudiantes, inoculados del movimiento de "agip prop" que bajo el pretexto de la reforma educativa, porque no tienen calefacción, se la montan a la policía, que no les deja paralizar una ciudad, ni prenderle fuego, para acto seguido trasladar este modelo a todas las ciudades y, sobre todo, contra las sedes del PP (como con el Prestige).

Es cierto que el anterior Gobierno se cruzaba de brazos ante los indignados de la plaza del sol, o el asalto al parlamento catalán, o ante los ataques de los peregrinos de la JMJ. De ahí, a que se rasguen las vestiduras porque la policía haga su trabajo, hay un abismo. Y es que, siguiendo con los premios Goya: "no habrá paz para los malvados", y quienes, desde los partidos, los dirigen y alientan, para ganar en la calle lo que no han podido en las urnas. ¡Si Margaret Thatcher levantara la cabeza!

Javier Pereda