Todo sigue igual. En la noche del domingo -Gala de los Goya- podrán comprobar ustedes si me he equivocado, pero todo apunta a que los grandes premiados serán los grandes nominados: También la lluvia, de Icíar Bollaín, y Balada triste de trompeta, de Álex de la Iglesia.

El hecho de que la primera sea vicepresidenta de la Academia de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas de España -nada menos- mientras el segundo, el presidente saliente  del mismo organismo y el hecho de que la pagana de la Academia sea la ministra Ángeles González-Sinde, la anterior presidenta de la susodicha Academia, no debe llevarnos a sacar conclusiones precipitadas.

Los Goya se han convertido en un aquelarre de la progresía, porque es la progresía, en este caso la progresía de izquierdas, quien controla el cine español, un cine que se caracteriza por vivir de las subvenciones porque resulta que España es diferente: es el único país que odia su producción cinematográfica que, no obstante, y gracias al dinero  de todos, constituye la plataforma electoral favorita del presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero.

Si vamos con los favoritos para los galardones nos encontramos con dos tónicas progres: la amargura y la colonización española de Iberoamérica.

Con lo bonita que es la vida, los progres se empeñan en personajes agónicos y en tramas que conducen a un mismo punto: el suicidio. No son perdedores, son desesperados. Todo muy divertido.

También la lluvia nos asombra, pero no nos sorprende, con una nueva leyenda negra. La verdad es que la colonización española fue ejemplar si la comparamos con cualquier otra. Hubo abusos, claro está, pero la prueba del nueve es que la conquista y evangelización de la América Hispana ha dado lugar a una raza mestiza. Los ingleses fueron más prácticos: se cargaron a la población autóctona y se instalaron ellos. Y en verdad demostraron su eficiencia: es más fácil matar a los aborígenes que civilizarlos. Más práctico, menos costoso y mucho más rápido. No existe la raza anglo-india, pero sí la raza hispana. Y el mérito radica en la alianza entre el trono y el altar, entre la monarquía de los Austrias y la Iglesia Católica.

Y claro, como la Iglesia anda por medio, resulta que la señora Bollaín insiste en golpear a sus ancestros. No nos engañemos, no fuimos los españoles los creadores de la leyenda negra pero hemos sido sus actualizadores y potenciadores.

Por lo demás, el cine español seguirá viviendo del dinero aportado por los insultados: los españoles. País de idiotas...

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com