Sr. Director:
Cuando una empresa privada no puede hacer frente a los gastos, enseguida vienen las consecuencias: los proveedores cortan suministros, los bancos ejecutan hipotecas, etcétera.

 

En la gobernanza de la cosa pública no ocurre así. Los Gobiernos se endeudan hasta límites más allá de lo razonable, cargando a quienes vengan detrás, nuestros hijos, nuestros nietos…, con deudas irresponsables, cuya amortización e intereses absorberán los recursos necesarios para vivir.

Esto es así porque la macroeconomía no se rige por la lógica de las leyes de la economía, sino por la arbitrariedad de una política que debería tener como fin la búsqueda del bien común y, en la realidad, está supeditada a la maquinaria de partidos políticos saturados de ideología exacerbada.

Es legítimo tener ideología, pero no hay que alimentarla con odios. Porque la ideología, llevada al extremo, trastorna el juicio y lo convierte en prejuicio, de lo cual solo se derivan disparates.

José Murillo Berge