Cinco bancos centrales (Reserva Federal, BCE, Japón, Reino Unido y Suiza) van a inyectar dólares a mansalva en el sistema financiero. Es una acción concertada que ha hecho subir los índices bursátiles el pasado jueves, según el método habitual de fluctuación de los mercados: duró una día.

Pero es verdad que nunca se había dado algo así. Bueno, se da cada equis tiempo porque los monetaristas, mejor, los bancos centrales, tienden a copiarse unos a otros o, más bien, a copiar a la Reserva Federal norteamericana, al señor Ben Bernanke.

"Acción concertada", anuncian los borreguiles medios económicos occidentales. Las televisiones, con más exageración y quizás mejor orientadas, hablan de gobierno mundial.

A ver si nos entendemos. El dinero es un medio de canje económico no el objetivo de la economía. Si la liquidez fuera el objetivo final, estaríamos en la cosmovisión económica del avaro, el mismo que atesora riquezas en la tierra.

Hasta para un amoral, el dinero que se gana con la mano izquierda (y que es prudente desconozca su mano derecha) debe ser gastado o invertido de inmediato, no atesorado.

Si de lo particular pasamos a lo general, la economía no se mueve por el crédito: la sangre de la economía son la laboriosidad y la creatividad humanas, es decir, la producción y el crecimiento.

Lo que han hecho los bancos centrales es fabricar dinero, esto es, caminar en dirección opuesta a la salida. Para dar solución a los problemas del paro occidental y la pobreza oriental es caminar en dirección opuesta a la necesaria. El mundo no necesita liquidez, anda ahíto de liquidez, lo que ocurre es que esa liquidez está encerrada en los mercados financieros, sobre todo en el mercado de deuda pública. Precisamente porque el dinero es un medio, se creó el patrón oro: para limitar su expansión, para no crear una burbuja especulativa, la que ahora sufrimos. En 2011, don Mercado no necesita más liquidez, sino menos; lo que precisa liquidez es la economía real. Y eso no se consigue echando dinero al mundo, ni drenando liquidez a los particulares a través de impuestos crecientes, sino justamente al revés.

Es curioso que esos mismos medios repitan que la crisis comenzó hace ahora tres años con la quiebra del Lehman Brothers. No hombre, no; la crisis había empezado antes, con las hipotecas basura norteamericanas, un año antes, en septiembre de 2007. Y las hipotecas basura no eran más que una burbuja de dinero referenciado a una realidad inexistente. O, si lo prefieren, una enorme burbuja alrededor de una realidad mínima.

Precisamente, Lehman fue la única buena decisión que tomaron los socios norteamericanos y los reguladores financieros norteamericanos: dejar quebrar a una entidad quebrada en lugar de echar mano del dinero público para salvar a los quebrados por su negligencia o su codicia.

Por otra parte, un Gobierno monetario mundial no es más que una tiranía monetaria mundial, eso sí, muy ortodoxa. Si es monetario, peor que peor, porque el monetarismo es el adversario primero de esa creatividad y esa laboriosidad y, con ello, enemigo declarado del bien común.

Si éstas eran las medidas drásticas e inmediatas que pedía la directora del FMI, Christine Lagarde, estamos aviados.

El monetarismo nunca nos sacará de la crisis y si, encima, los bancos centrales se utilizan para comprar deuda pública aún peor, porque no harán más que favorecer a los políticos que verán el camino libre para seguir emitiendo deuda... que es lo que no tiene que hacer. Para salir de la crisis, es mucho más importante que crezca la producción y que se homologuen fiscalidad y salarios en un mundo global, por ejemplo con la creación de un salario mínimo global como condición previa para participar en el comercio internacional.

Por lo demás, ¡qué miedo me dan los gobiernos mundiales! Es como esos jugadores de mus tan proclives a lanzar órdagos al comienzo de la partida: puede que les resulte una vez pero siempre acaban perdiendo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com