Todavía recuerdo cómo se topó Hispanidad con la novedad del 'derecho al olvido'. Resulta que un leguleyo amenazador nos envió un mensaje amenazándonos con multas de varios ceros si no retirábamos su nombre de nuestra hemeroteca. Me quedé de piedra cuando comprobé que su nombre tan sólo aparecía como firmante de una carta al director.

Es decir, que él, libremente, nos había enviado una carta al director para que fuera publicada. Hispanidad había hecho el favor de publicársela...y ahora teníamos que quitarla y evitar que saliera en buscadores públicos... por imperativo legal y bajo amenaza.

El Problema de Google es su monopolio informativo y su monopolio publicitario

Dado que la judicialización de las relaciones humanas es el signo de nuestro tiempo, aconsejo a mis lectores que siempre tengan a mano a un abogado. Ningún gasto mejor. El abogado me informó que el leguleyo tenía razón: yo debía borrar la carta y pedirle a Google que la borrara. Alucinante pero cierto.

Al parecer, nuestro muchacho había cambiado de tesis o en su misiva había arremetido contra quien, pasado los años, se convirtió en su cliente o empleador... o yo que sé. El caso es que tuvimos que hacerlo y tuvimos que notificarlo al susodicho.

Y ahora me topo con el grandísimo debate del 'derecho al olvido' pues, según los tribunales europeos, Google debe borrar los datos personales de sus archivos en cuanto el interesado se lo solicite. Voy a hacer lo mismo que el de la misiva: exigiré a Google que retire mi nombre de todos los artículos en los que no haya estado acertado (un 90% de los mismos) o sencillamente aquéllos en los que haya metido la pata (un 10%)... bueno, vale un 20%. Me va a quedar un currículo periodístico de lo más aparente.

En plata, que ahora obliguen a Google a retirar contenidos por el hecho de que aparezca tu nombre y no te guste lo que pensabas tiempo atrás, es como el 'Ministerio de la Verdad' (1984). Se borra el pasado, se reconstruye el presente y se manipula el futuro.

Vamos a ver:

1.- No existe el derecho al olvido. Existe el derecho a la privacidad y el derecho a defenderse de la ofensa. Ese ya está regulado y cualquier normativa, o cualquier juez, puede exigir a Google, o a quien sea, que retire falsedades, difamaciones o calumnias. Que nos lo digan a los plumillas, un oficio que lleva encima el pesado fardo del derecho al honor, eximio derecho que, combinado con la susceptibilidad actual, da lugar a engorrosas y onerosas demandas judiciales.

2.- Lo que sí existe es, por contra, el derecho al recuerdo, porque el Alzheimer es cosa mala y aunque la nostalgia debe ser evitada el hombre no nace cada día: nace una vez y ni puede ni debe borrar su pasado.

Y también existe el deber del olvido. Sobre todo olvidar las ofensas (los cristianos lo llamamos perdonar) porque si el único remedio contra el rencor es la amnesia entonces estamos abocados a la destrucción.

El hombre no es un ángel de luz que no comete errores. Los comete y, salvo que pertenezcan a su intimidad, quedan para la historia y para su historia. Por cierto, si se impone el derecho al olvido, ¿qué será de los historiadores La historia, la personal y la colectiva, hay que asumirla, con sus luces y sus sombras.

No me preocupa que mi nombre figure en algo si ese algo es verdad y no pertenece a mi intimidad.

Lo que nos debería preocupar de Google son los dos monopolios que está consiguiendo. El monopolio informativo, lo que le permite manipular los mensajes a su medida y el monopolio publicitario, que es aquello de lo que viven los medios informativos, a los que está masacrando. Entre otras cosas, porque en Internet, en nuestra sociedad de la información, los hay que crean y los hay que copian a los que crean. Google hace lo segundo y, encima, silencia aquello que no le gusta.

Lo del derecho al olvido son ganas de fastidiar y/o de mentir. 

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com