S.M. el Rey Juan Carlos I (en la imagen junto a su hijo) ha vuelto por sus fueros. Mejora levemente sus índices de popularidad y quiere participar en la vida política. En el interior, porque la presencia en el Exterior parece destinado a su hijo, el Príncipe Felipe. No me parece mal.

Ahora bien, no abdicar ante las presiones no basta. Ahora mismo España cuenta con una monarquía bicéfala. El Príncipe es más popular que el Rey, pero eso se debe a los recientes escándalos, especialmente, no nos engañemos, a su Alteza Serenísima, al parecer ya apartada del mundanal ruido español.   

Todo esto quiere decir que las presiones para que abdicara, como la reina de Holanda y ahora Alberto II de Bélgica, no han surtido efecto. Hay una diferencia en el caso español: aquí se le exigía la abdicación, algo que no se hizo en los Países Bajos y en Bélgica. Y el Rey, claro, no hizo ni caso y ahora pretende pasar de las bambalinas al proscenio de la vida pública.

Para entendernos: padre e hijo son muy distintos. Felipe de Borbón es panteísta -es decir, ecologista y feminista. Tampoco cree en la Hispanidad, que es el apéndice de la esencia española, la gran obra histórica de España en el mundo. Es más, tira a anglófilo, o a anglosajonófilo. Y lo peor de todo: las referencias mortales de los futuros reyes, las marca su esposa, doña Letizia Ortiz: ¡Qué peligro!

No es así su padre, el actual monarca. Es más, don Juan Carlos tiene las ideas muy claras, sólo que no las pone en práctica. Lo suyo no es el pensamiento débil sino el pensamiento a conveniencia. Se parece a Felipe II mientras que su hijo obedece el modelo de Enrique VIII. Vamos, que el actual monarca es un poco golfo pero mantiene sus principios cristianos, que no mueve a conveniencia de sus intereses. Por contra, el futuro Rey tira a puritano: si es necesario modificar las normas para adecuarse a su conducta lo hace, por más que el problema esté en su conducta, no en las normas.

Juan Carlos I es un cristiano poco coherente con sus obras, aunque sí con sus principios. El futuro Felipe VI prefiere que los principios se adecúen a sus obras. Un cristiano y un puritano: es fácil.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com