La moral consiste en distinguir entre el bien y el mal, no entre el mal mayor y el mal menor. Esto no es teología, es sentido común. Y si se trata de comparar, de graduar, entonces la moral gradúa el bien. Luego viene el derecho, que gradúa el mal y castiga al malvado. El perdón es cosa de la moral, no del derecho.

Ejemplo: la doctrina cristiana sobre la sexualidad consiste en animar a los cristianos a entregarse a su pareja, comprometerse con ella y abrirse a la consecuencia natural de esa donación mutua, que son los hijos. Y la moral gradúa, antes que nada, el bien, no el mal, y entonces te dice que, siempre que resulte posible, es mejor tener muchos hijos que tener pocos, para que sean más los invitados al "banquete de la vida". Y debe tratarse de un banquete espléndido, habida cuenta dado la inmensa mayoría de gentes que quieren participar en él.

El derecho, por el contrario, gradúa el mal y entonces te dice -verbigracia, Doctrina Parot- que no es lo mismo asesinar a uno que a 10 y que aunque un asesinato es menor si lo comparamos con la decena de fiambres.

El cardenal arzobispo de Barcelona, monseñor Lluís Martínez Sistach (en la imagen), ha dicho en TV3 que "tenemos que estudiar cosas como el uso de los preservativos". Oiga, por estudiar que no quede. El estudio siempre es positivo. Ahora bien, ¿qué hay que estudiar en los profilácticos ¿Su eficiencia para evitar el sida o su eficiencia para evitar el niño Es cierto que, puestos a distinguir entre lo malo y lo menos malo, el único anticonceptivo existente hoy en el mercado y que no mata es el condón, pero es que la tarea de la Iglesia no es distinguir entre lo malo y lo menos malo sino entre lo malo y lo bueno, y el condón es malo y antinatural. Lo natural del sexo son los hijos, la concepción, no la contracepción.

Además, esto de estudiar me recuerda a los políticos, que siempre hablan de abrir un debate o de un periodo de reflexión. Con ese eufemismo lo que quieren decir es que ya han decidido algo pero necesitan que aparezca ante los votantes como consenso, no como imposición… que es justamente lo que se pretende, imponer.

No hay nada que estudiar sobre el condón. La labor del Magisterio consiste en animar, sobre todo a los jóvenes, a no banalizar el sexo y a tener descendencia, pues la paternidad es la participación del hombre en el poder creador de Dios, lo más grande que puede hacer una persona en este mundo, lo más parecido a la creación. Y así, la moral hablará en positivo -nuevas vidas-, no en negativo, qué hay que hacer para que no nazcan vidas -condón-.

También resulta ligeramente preocupante el introito de monseñor Sistach, a quien hablo con el respeto que todo cristiano debe mantener ante un sucesor de los apóstoles. En sus declaraciones a la televisión catalana monseñor Sistach asegura que el Papa Francisco ha proporcionado "aire nuevo y frescor a la Iglesia". Hombre, espero que ese aire nuevo no se concrete en la multinacional Durex. Pero espero, sobre todo, que esos frescores no consistan en permitir el uso de gomas.

A mí, lo de los frescores me recuerdan esa otra petición paralela de abrir la mente, porque me evoca la genial comparación de Chesterton: "Tener la mente abierta como tener la boca abierta: un signo de estupidez. La mente, como las mandíbulas, sólo se abre para cerrarla a renglón seguido, sobre algo consistente". Insisto: me maravilla lo que está diciendo el Papa Francisco desde su acceso a la sede de Pedro… tanto como me preocupan las interpretaciones que algunos dan a esas maravillas.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com