Las empresas del Ibex han presentado sus resultados correspondientes al primer trimestre del año. Y la tónica es la general: resultados parcos tras un esfuerzo ingente por desapalancarse (estúpido eufemismo procedente, cómo no, del inglés, que lo único que significa es el sobreendeudamiento), apretarse el cinturón en el dividendo, seguir invirtiendo para mantener el tipo y reducir gastos como sea. Quiero decir que la gran empresa española no lo ha hecho nada mal. Están dedicadas en cuerpo y alma a la exportación, y la exportación, más allá de las teorías económicas profundas, crea empleos en España; la importación los crea fuera.

Por otra parte, las eléctricas sufren y mucho, las reformas del ministro Soria. El balance de la reforma energética ya lo conocen ustedes: no es una reforma energética sino fiscal. Ha sangrado a todos, a las eléctricas tradicionales y a las renovables (éstas menos de lo que se debería), pero al final parece que el déficit público se encauza y las empresas han acusado el golpe y sacado cabeza. Hay que aplaudirlas.

Y conste que ya saben que al abajo firmante no le gusta la gran empresa sino la pequeña, en especial el autónomo y la micropyme, el único que es propietario y explota su propiedad sin trampas. Es justo, no obstante,  reconocer el esfuerzo que están realizando las empresas del Ibex y asimilados no cotizados.

Ahora bien, ese esfuerzo de austeridad y de ortodoxia, no termina de completarse por un peligro llamado Iberoamérica. En plata, las grandes empresas españolas están sufriendo la devaluación de las divisas iberoamericanas. Devaluación injusta, porque se debe a la colonización financiera del dólar y a la política de austeridad que Alemania impone a toda la UE, y que nos lleva a un euro sobredevaluado. La gran empresa española es el primer inversor en Iberoamericana y sufre esa colonización de Wall Street sobre el mundo hispano.

Pero lo más importante es que, como consecuencia de todos esos elementos, loables en sí, o al menos protestables, la gran española cotizada está barata, a tiro de OPA. La liquidez, el único valor que admite la economía financista en la que vivimos, la tienen los anglosajones, que suelen ser peores empresarios, peores creadores de riqueza que los españoles. Sí, déjense de complejos los españoles. El gestor español es mejor gestor que el anglosajón.

El concepto de bien común ha desaparecido de un Occidente descristianizado, envuelto a una nube tóxica capitalista (capitalismo de Estado y capitalismo de los mercados, que es lo mismo), que obedece a principios calvinistas, donde todo el mundo trabaja, no para el empresario y el profesional, sino para el rentista; es decir, para el rico. Y al rentista el bien común le importa muy poco y la propiedad privada pequeña molesta.

Colonización anglosajona que se produce porque son los anglosajones los que controlan la liquidez, a través de fondos, que son, de suyo, los malos y los peores, peligrosos para el bien común. Les importa un bledo el producto o servicio que las empresas que compran aportan al bien común. Lo que les importa es comprar hoy a cinco para vender mañana a diez. La inversión financiera es pura especulación.

La segunda consecuencia de esta situación es que la empresa española está barata y es opable. Un ejército de financieros, muy modernos ellos, trabajan para que los fondos anglosajones open a las grandes locomotoras empresariales europeas. Porque la empresa española está barata. Eso es lo que hay que evitar a toda costa. 

Eulogio López

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