• Y ojo, porque el proceso 'proxy' aún no ha terminado: Iberdrola y Repsol son ahora los siguientes objetivos.
  • En ambos casos, según el consenso de los fondos, se han quedado a medio camino, con los nombramientos de Nemesio Fernández Cuesta y José Luis Sampedro.
  • Es el cauce ordinario de recambios en las jefaturas de las grandes empresas. Pero, si no funciona, ahí están Álvaro Nadal y Jorge Moragas, empeñados a jugar a las presidencias renovables.

La presión de los fondos fue lo que decidió al presidente de Telefónica, César Alierta (en la imagen), a realizar cambios en el equipo directivo, con el nombramiento de José María Álvarez-Pallete como consejero delegado. Son los famosos 'proxy advisors', asesor de votos o, en definitiva, fondos que aconsejan el voto en las Juntas de Accionistas a fondos menores y particulares. Si los 'proxy' aconsejan votar en contra del informe de gestión o de los salarios del Consejo y de los ejecutivos podríamos encontrarnos con un problema. Y no olvidemos que más del 50% del capital de las grandes compañías, también de Telefónica, están en manos de instituciones de inversión colectiva, el poder anónimo.

Y los fondos callan cuando las cosas van, pero se vuelven incisivos cuando no reciben lo suyo. La dura decisión que tuvo que tomar Alierta, suprimiendo el dividendo, les ha llevado a aumentar la presión.

Los proxy también habían presionado a Iberdrola -nombramiento de José Luis Sampedro- y a Repsol -nombramiento de Nemesio Fernández-Cuesta- pero no se han quedado conformes en ninguno de los dos casos: el nombramiento no ha sido, como el de Telefónica, de un consejero delegado en estado puro, que rompe la figura que menos gusta en el mundo anglosajón: la del presidente-director general o chairman-Ceo. Eso sí, mejor no entremos en el laberinto de siglos y sopa de letras de los cargos empresariales: nos podríamos perder. En cualquier caso, los proxy aún no se dan por contentos en el caso de Repsol e Iberdrola. Consideran que Sánchez Galán y Antonio Brufau aún ostentan demasiado poder ejecutivo.

Y el asunto proxy no deja de ser la conversión de la anarquía societaria en pirámide de mando, con sus aspectos positivos y negativos.

La gran empresa española tiene otro problema y es este: el jefe de la Oficina Económica de Moncloa, Álvaro Nadal, así como el jefe del Gabinete de Presidencia del Gobierno, Jorge Moragas, están empeñados en jugar el mismo papel que en su momento jugó Miguel Sebastián con Rodríguez Zapatero: forzar el cambio de presidentes de grandes compañías que, aun siendo privadas, no pueden llevarse mal con el Gobierno. Peligroso juego, especialmente en un momento en que el Gobierno tiene otras prioridades. O, al menos, debería tenerlas.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com