Siendo Xavier de Irala  presidente de Iberia, propuso a sus socios comprar British Airways, que en ese momento atravesaba dificultades graves mientras la aerolínea española lucía pujante. Pero no le hicieron caso y el momento de la fusión entre la compañía de bandera británica y la española llegó cuando IB languidecía mientras BA remontaba. En otras palabras, no debió hacerse. No era el momento.

Han pasado muchas cosas desde entonces y ahora nos encontramos con dos noticias superpuestas: reducción de empleo de 4.500 personas, casi la cuarta parte de la plantilla de Iberia y la OPA de IAG, no de Iberia, sobre el 100% de Vueling, convertida así en la compañía de bajo coste de IAS, en detrimento de la Iberia Express.

Los sindicatos de tierra se han opuesto a la media y tienen toda la razón. Antes de reducir plantilla hay que hacer una oferta de reducción de costes, por ejemplo, de salarios y de horario. Iberia tuvo paciencia para que British Airways solucionara su problema de déficit en el fondo de pensiones de sus empelados, un déficit que podía haberse llevado a las dos compañías por delante. Ahora, el español, Antonio Vázquez (en la imagen), presidente de IAG, debería hacer valer en el Consejo de IAG un plan de reestructuración menos dañino para los trabajadores... de Iberia, que no de British.

Y ahora vamos con la segunda parte: a los directivos de Iberia hay que achacárseles la mala negociación de la fusión y no mantener ahora el pulso con los británicos. Pero a los pilotos del SEPLA, personificados en su presidente, Justo Peral, también tienen su parte de culpa: han sido unas verdaderas termitas en Iberia, con el único afán de mantener unos privilegios que más que abusivos ya resultaban ridículos. La soberbia piloteril ha provocado pérdidas millonarias -en euros- a la compañía-. No luchaban por sus privilegios, claro, sino para mantener su poder, desorbitado, dentro de la empresa. Buena prueba de ello es que los indicados de tierra siempre se distanciaron de esos trabajadores de lujo.

En la mañana del viernes, las cámaras de los periodistas enfocaban a un delegado de UGT quien hablaba del desmantelamiento de la compañía y de un plan radical de reducción de puestos de trabajo que no sea negociable. Creo que tenía razón en ambas afirmaciones, especialmente en la segunda. Ahora bien, detrás del representante de UGT, estaba Justo Peral presidente de SEPLA Iberia, con sonrisa placentera, la del hombre que, por fin, puede exclamar: ya os lo decía yo, muchachos.

La verdad es que Peral debería estarse calladito, porque él es uno de los responsables de que la situación haya llegado a estos límites. Los sindicatos del personal de tierra, insisto, nunca quisieron saber nada con sus compañeros pilotos, que hacían la guerra en su provecho y para ruina de todos. Si alguien ha hecho daño a Iberia, son sus pilotos, lo que no resta responsabilidad al equipo directivo.

Y si ahora los sindicatos de tierra -que sí, han sido responsables- se alían con los pilotos es porque a la fuerza ahorcan. No obstante, personalmente, con esos compañeros de viaje, no iría ni a la huelga.

Y por cierto, ya que estamos repartiendo responsabilidades, apunten otras dos: la de Bankia, primer accionista de IAG, con un 12% y la del Gobierno español, propietario de Bankia. Y si el señor Willie Walsh  y los británicos no se atienen a razones, a lo mejor sería bueno pensar en una fisión. Lo que no es admisible es que todo el empeño de Mr. Walsh consista en buscar nueva carga de trabajo para British y que lo único que se le ocurra para Iberia sea recortar plantilla. IAG lo forman ambas compañías.

Eulogio López

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