Cunde la idea de que hay que reformar, o sea, reducir, el Estado de las autonomías. Lo cual es muy cierto: 17 parlamentos, 17 defensores del pueblo, 17 grupos de empresas públicas, un puñado de televisiones, etc parece demasiado.

Pero ojo, no se trata de reducir las comunidades sino el conjunto del Estado y, de paso, reducir el endeudamiento del Estado.

Lo que necesita, el Estado y la sociedad, es una cura de austeridad. Días atrás, en unos ejercicios espirituales -donde si no voy a empaparme de ciencia económica- escuché las tres claves de la austeridad: no tener nada como propio, no tener nada superfluo y no quejarse cuando algo falta.

Son consejos para los particulares, pero no pasaría nada por aplicarlo a los políticos y las instituciones. El pequeño partido SAIN se presentó a las pasadas elecciones municipales con un programa muy concreto: que todos los cargos electos cobraran el salario mínimo (en España, 670 euros brutos al mes). Así conseguiríamos políticos de vocación.

¿Medida revolucionaria? Claro, como todas las medidas de calado, como la crisis permanente en la que vivimos, que también es revolucionaria por persistente.

Eulogio López

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