Informa La Vanguardia: "El Gobierno aprobará el viernes una reforma laboral de baja intensidad".

Este es el problema de ZP desde que comenzara la crisis: la baja intensidad. ZP no hace reformas sino reformitas. Lleva cuatro años de crisis dando palos de ciego. Bueno, dos años, que es cuando cayó de la burra y comprendió el calado de la depresión mundial.

El ejecutivo español es como un boxeador noqueado que ya no sabe qué inventar para apuntarse algún éxito ante la opinión pública. Así, en lugar de hacer una reforma laboral en profundidad -despido libre a cambio de salarios más altos- ahora propone un contrato de formación para jóvenes de hasta 30 años durante dos años. Otra reformita.

Ahora bien, un conjunto de reformitas no hacen una reforma. El mercado laboral debe simplificarse, con un sólo contrato, indefinido, y con una indemnización tasada de antemano. Todo ello mediante la mencionada ecuación de despido libre a cambio de salarios dignos: que el SMI suba hasta los 1.000 euros mensuales por ocho horas de trabajo. Eso, más el cambio de cuotas por IVA, porque España puede soportar más IVA pero no puede soportar más paro.

Otro amago de reforma. Se renuncia a reinstaurar el impuesto sobre el patrimonio pero se quiere cobrar más impuestos a los ricos. No se nos dice por qué vía ni cuánto. Otro banco de pruebas. Ahora bien, con eso se aferran al antiguo esquema de que quien más cobra más paga, principio bueno en sí mismo pero ahora anticuado. En una sociedad financiera avanzada debemos tender a imponer gravámenes al ciudadano, no por lo que gana, sino por lo que gasta, con un IVA progresivo. Y es que el que gana está obligado a reinvertir sus fondos. La justicia social debe caminar por la imposición indirecta. Por emplear un ejemplo que es, lo reconozco, una caricatura, pero sirve para entendernos: al perceptor del salario mínimo poco le importa que Hacienda grave el IVA de los yates.

Además, no se trata de perseguir al rico, que más que justicia social parece envidia social. Se trata de perseguir al especulador, parásito de la economía real, sea rico o clase media.

En resumen, cada cual es esclavo de su historia y los socialistas son esclavos de la desastrosa e ideologizada política económica de Zapatero, siempre pendiente de los subsidios públicos y no de los salarios. Buena prueba de ello es que la vicepresidenta económica, Elena Salgado, se ha convertido ahora en una ferviente predicadora de la moderación salarial. Tarea en la que le acompañan con entusiasmo -¡increíble!-, los sindicatos CCOO y UGT. Porque si algo no hay que hacer en esos momentos en España, es moderar salarios. Lo que exige la situación es reducir impuestos laborales y aumentar los salarios bajos.

En ese espíritu sólo son posibles las reformitas, esto es, la prolongación de la agonía.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com