El ministro Jorge Fernández se ha enredado con los inmigrantes muertos en Ceuta. Es un tipo que no argumenta nada y que está dispuesto a defender la actuación de la Guardia Civil. Por eso habla de vídeos que necesitan explicación -aunque los ha entregado en tiempo y forma-, por eso explica bien las dificultades de cubrir la zona ceutí y por eso recuerda que todos los muertos lo fueron en aguas marroquíes (aunque defiende a nuestros queridos vecinos, que son los que la están montando), mientras los más de veinte que llegaron a aguas españolas siguen vivos.

Pero el problema es cuando juzgas el hecho concreto de por qué se ahogaron los negros que intentaban llegar a 'Europa'. Fernández habla entonces de congruencia, oportunidad y otros criterios 'legales'. Ese es el problema, señor ministro, que la legalidad es un manto que se le queda corto, muy corto, al gigante moral.

Lanzar pelotas de goma al agua, como elemento disuasorio, puede provocar, y provocó, que un hombre dé marcha atrás, luego se agote y finalmente se ahogue. ¿Lo mató la Guardia Civil No. Le mataron la miseria africana y las egoístas leyes del mundo europeo. Pero estoy dispuesto a conceder que la tarea de la Guardia Civil es casi imposible de hacerla bien, pero lo primero es tender la mano.

Y si luego tienes que cometer la ilegalidad de que entre por la playa y salga por la frontera de vuelta a Marruecos pues la cometes. Pero primero le salvas la vida y le das un bocadillo.

Aquí es donde se equivocó la Guardia Civil y donde yerra Fernández.

Y todo esto no quita que el principio primero sobre inmigración continúe siendo el mismo, al menos desde un punto de vista cristiano: se llaman fronteras abiertas. Es decir, continuar con lo que ha sido la tónica histórica. A lo largo de los siglos, la tónica general ha sido la libre circulación de personas por el mundo. Las cuotas y las fronteras cerradas a cal y canto con vallas cortantes -disuasorias- corresponden al feliz universo de nuestra progresista modernidad. Eso sí, la libertad de movimientos no significaba que llegar a un país supusiera la entrada en una maná inagotable de sibaritismo.

Tenías que ganarte el pan como el primero, y con más dificultades que el primero de los indígenas. Vamos, que no existía el Estado del Bienestar, que es el torno que provoca tanto malestar social. ¿Pero libertad de entrada Por supuesto que sí.

Eulogio López

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