¿Cómo puede sobrevivir una sociedad con 1,1 hijos de media por pareja cuando 2,1 hijos por mujer en edad fértil supone la tasa mínima para mantener la población, no para aumentarla Respuesta: no se puede. Europa está desapareciendo por consunción, porque los europeos no tienen hijos. No es la vieja Europa, es la Europa vieja.

Al mismo tiempo, llevamos 30 años promocionando la prejubilación, que es como quemar bibliotecas. Convertimos en pensionistas prematuros -los que cobran pero no aportan- a trabajadores de 50 años, con toda una experiencia que despreciamos, y les sustituimos por jóvenes que no conocen el oficio pero que, eso sí, trabajan el doble y cobran la mitad. Jóvenes que huyen de la paternidad porque bastante tienen con sobrevivir en solitario o con sus parejas. Ya saben: dos sueldos, ningún hijo... y, con todo, no salimos de la subsistencia. Conclusión: poblaciones envejecidas, consumidas y un poco tristes.

En Alemania, Ángela Merkel se enfrenta al problema demográfico. Ojo, y tiene mejor tasa de natalidad que España. Doña Ángela, en su estilo prusiano, se enfrenta a una cifra terrible: en Alemania nacieron el pasado año 660.000 alemanitos y murieron 850.000 alemanes. Así no hay manera. Pero insisto, la ecuación demográfica española España es todavía peor.

Ante tan sombrío panorama, a la teutona Merkel solo se le ocurre fomentar la inmigración. Eso sí, emigración altamente cualificada. Vaya, que no le sirven los 4 millones de turcos y el millón de kurdos residentes en Germania. Ahora bien, la emigración -lo cristiano- es mantener las fronteras abiertas pero no se puede ver en el emigrante la solución a nuestros problemas demográficos. Eso es tanto como buscar fuera quien pague las pensiones de los de dentro.

No, la única solución contra el envejecimiento de la población, tanto en Alemania como en España, es el fomento de la natalidad. Es decir, otorgar un salario maternal a toda pareja que quiera tener un hijo, un salario mientras cría a su retoño, que es el futuro contribuyente. Insisto: no es una prestación social, tampoco un derecho: es justo y necesario. Necesario, por razones obvias; justo porque a efectos laborales la mujer 'pierde', aunque sea en algo tan grandioso como la maternidad los años claves de su vida (entre los 25 y los 40) para insertarse en el mercado laboral. Si las feministas no fueran chifladas homicidas, lucharían por ello, porque si existe una discriminación laboral de la mujer frente al varón es la discriminación natural de la maternidad. A esa edad es cuando se compite con más fuerza por asentarse en tu profesión. Las empresas europeas recelan de contratar mujeres, precisamente porque se pueden quedar embarazadas. Eso sí, luego presumen de responsabilidad social corporativa porque ayudan al negrito de África.

Y, al mismo tiempo, cerrar el paso a la prejubilación. Y la única manera es prohibírsele a la empresa privada precarizar el empleo mediante la prejubilación y reducir la pensión al mínimo si te jubilas tan sólo un mes antes de los 65 años de edad.

Y si no, pues seguiremos siendo una sociedad vieja, tirando a vaga, injusta con la mujer y mortecina.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com