El futuro del socialismo pasa por la recuperación de la identidad socialdemócrata clásica" asegura El País, siempre dispuesto a decirle al PSOE qué es lo que tiene que hacer. Y naturalmente, se equivoca.

La socialdemocracia no es más que el Estado del Bienestar, que ha cumplido su papel y ha constituido uno de los logros de la Europa de la postguerra. Por cierto, el Estado del Bienestar no fue creado en Europa por la socialdemocracia de izquierdas sino por la democracia cristiana de derechas, pero dejemos eso.



El problema actual del Estado del Bienestar es que resulta incompatible con la globalización y con la demografía. Con la globalización, porque en un mercado abierto Europa compite con el modelo chino, economía pujante gracias a los salarios de miseria con los que explota a los chinos. Con ese 'dumping' institucional y permanente, ya se puede competir.



El Estado del Bienestar tampoco sería soportable si China no hubiera pasado de tiranía socialista a tiranía capitalista. Y no lo seria porque no tenemos hijos. Para alimentar la solidaridad que suponen las prestaciones públicas de pensiones, sanidad, educación, etc., se precisan muchos nuevos contribuyentes y Europa se muere por consunción.

Por último, el Estado del Bienestar es incompatible con la política socialista que pretendía mantener las prestaciones públicas y, al tiempo, entrar en el juego especulativo de los mercados financieros, con políticas económicas hechas para el rentista. Y así no hay manera, claro está.

Hay que buscar una tercera vía entre capitalismo y socialismo, según la decisiva frase de Chesterton: "¿Qué más me da que todas las tierras del condado sean propiedad del Estado o lo sean del Duque De Sutherland?". El caso es que no son mías, no están convenientemente repartidas.

La tercera vía, la más justa, la que deben buscar izquierda y derecha es la PPP: pequeña propiedad privada, esto es, la misma que siempre ha movido el mundo.

Soy un entusiasta del derecho a la propiedad privada, pero sólo la pequeña propiedad privada es disfrutable… y es justa. Lo diré de otra manera: ¿En qué se diferencian liberalismo y capitalismo? En que el primero cree en la propiedad privada, el segundo sólo cree en la empresa privada. Y no es lo mismo. Otra vez Chesterton: "Un carterista puede ser un leal defensor de la empresa privada pero sería exagerado considerarle un defensor de la propiedad privada".

La familia que posee un hogar en propiedad, el tendero que posee una pequeña tienda, o el ganadero de una pequeña explotación agraria, sí saben lo que es la propiedad, la disfrutan y le sacan el mejor fruto, porque la pueden tocar, palpar y explotar –a la propiedad no a los propietarios-.

Los enemigos de la PPP son dos: el Estado, porque es grande, y los mercados financieros, porque también lo son.

Capitalistas y socialistas nos engañan del mismo modo: los socialdemócratas nos aseguran, como 'El País', que con la socialdemocracia todos somos propietarios del Estado, pero sabemos que es un sofisma: salvo el 0,7% dedicado a la asignación tributaria a la Iglesia y a ONGs nada podemos decidir sobre el destino de nuestros impuestos: los políticos hacen con el lo que les viene en gana, y con él se corrompen. La historia de la socialdemocracia que 'El País' aconseja al PSOE no es más que la historia de un derroche… con cargo al dinero de los demás.

No es propiedad privada, es propiedad fiduciaria: otro decide por ti. Lo mismo ocurre con los mercados financieros: son grandes, por eso son peligrosos. Por mucho que el señor Francisco González –es un ejemplo-, hable de aumentar el valor para el accionista, es decir, para el teórico 'propietario' del BBVA, lo cierto es que el tal accionista no manda un pimiento en el BBVA. Manda FG y los gestores de los fondos de inversión, que hacen lo que les viene en gana con el dinero de millones de fondistas que no saben si su dinero ha sido invertido en acciones del BBVA.

Por tanto, hay que volver a la propiedad privada pequeña (PPP). El paro sólo tiene solución cuando potenciemos al pequeño propietario, a la 'micropyme', al emprendedor, al cuentapropista, al comerciante, al pequeño agricultor… es decir, los pequeños propietarios, que constituyen los elementos económicos más eficientes, más competitivos… y más libres.

No se trata de que el Estado les ayude, se trata de que no les incordie y de que no iguale a los desiguales. Que las pymes soporten un impuesto de sociedades similar al de una multinacional –en la práctica, un impuesto mayor- y, al tiempo, la pyme pague los mismos impuestos laborales que la gran empresa, es de coña, porque la igualdad de los desiguales constituye otra desigualdad. Y que el emprendedor pague más impuestos sobre el beneficio que el rentista que invierte en los mercados financieros constituye, asimismo, un insulto.

Por tanto, al PSOE en renovación no hay que aconsejarle que vuelva a la socialdemocracia, porque el Estado es malo porque es grande. Y al Partido Popular no hay que exigirle que "tranquilice a los mercados", sino que posibilite que cada español pueda crear su propia máquina de facturar, que trabaje para él mismo. Eso se llama propiedad privada pequeña.

¿Quién defiende esta PPP? La Iglesia de Roma. La defendió con los gremios en la espléndida Edad Media, la era de la justicia social por excelencia, y la defiende en la edad moderna, desde el punto y hora en que León XIII, autor de la Rerum Novarum lanzo su grito de "más propietarios y menos proletarios". Un grito que se complementaba con el del salario justo para el proletario que no haya conseguido elevarse a la categoría de pequeño propietario.

Chesterton lo llamó 'distributismo' o distribución de la propiedad. Llegó a proponer freír a impuestos a toda aquella empresa -ojo, pública o privada- que creciera demasiado. Esta es la cuestión. Mucho me temo que el retorcido Rubalcaba y la frívola Chacón no estén por la labor ni de lo uno ni de lo otro.

Eulogio López

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