• Nunca debieron comprarse los activos a precios que el sector privado no estaba dispuesto a pagar.
  • Así, Romana no sabe qué hacer para colocar sus pisos.
  • Y es que el banco malo actúa como los mecanismos de control de precios agrícolas: compra los excesos de producción para almacenarlos o destruirlos.
  • Ahora, Romana pretende que las aseguradoras sostengan la cartera de la SAREB. Al fin y al cabo, son las únicas entidades que invierten a largo plazo.

La SAREB no ha sido nunca sólo un banco malo, sino que ha sido siempre el banco peor. Los Reales Decretos de De Guindos ( el 2/2012 y el 18/2012) no erraban el tiro: lo primero que había que hacer para movilizar el mercado inmobiliario era que los activos adjudicados en favor de la banca aparecieran en sus balances por un valor igual, o incluso inferior, al que estarían dispuestos a pagar los posibles compradores.

Y ello por algo que es de todos conocido: las cosas valen lo que están dispuestos los compradores a pagarte por ellas. En el momento de la promulgación de los RD no se sabía muy bien cuánto valían dichos activos, pero obligando a las entidades a devaluarlos fuertemente en sus balances se les incentivaba a vender pues las pérdidas ya estarían reconocidas en su balance, con independencia de la venta o no, y por tanto venderían, al menos, por la liquidez, tan necesaria en estos tiempos.

Compradores (extranjeros) para los activos adjudicados había, lo que no había era vendedores dispuestos a aceptar los precios. El problema es que los vendedores no tenían capacidad de sostener, dada su falta de liquidez, los activos en sus mercados por lo que estaban abocados a aceptar los precios.

Los RD de De Guindos obligaban a cada entidad a crear su propio banco malo, es decir: una entidad que fuera la tenedora de los activos adjudicados. La idea no era mala porque no era un subterfugio para evitar el reconocimiento de pérdidas, sino sólo un modo de facilitar la transmisión, en un momento dado, de carteras enteras de inmuebles o la venta parcial de dichas carteras completas mediante mecanismos de cofinanciación de la sociedad tenedora.

Pero algo asustaba al sector, o mejor a una parte del sector, la parte más necesitada: los precios que se barajaban en los mercados eran muy bajos. Dichos precios además servirían de testigos para la tasación de los activos que no se vendieran. En cualquier caso, vía venta o vía valoración, los quebrantos mostrarían una situación aún peor de la que se estaba mostrando.

Las ofertas extranjeras no interesaban y las interiores no existían. Solución: el banco malo con dinero público, el banco peor: un mecanismo de sostenimiento de precios parecidos a los sistemas de control de precios en los mercados agrícolas. Dichos sistemas compran los excesos de producción y, o bien los almacenan hasta otros periodos con defecto de producción, o bien los destruyen (ya hay quien ha hablado de derribar inmuebles), o bien los venden en mercados protegidos (por ejemplo, el exceso de grano se utilizaba para alimentar al ejército de conscripción, lo que suponía una subvención del Ministerio de Agricultura al de Defensa).

Ahora la pérdida quedará diluida como un lucro cesante, pues tras quince años se obtendrá un beneficio muy inferior al que debería obtenerse. Al fin y al cabo el precio de venta será el que fije el mercado, el mismo que habrían obtenido los inversores extranjeros, pero el de compra ha sido muy superior al que esos mismos inversores habrían pagado. La diferencia entre ambos precios de compra: una subvención encubierta. Esto sí que es ingeniería financiera porque un menor ingreso no aparece nunca reflejado en las cuentas públicas, mientras que un gasto o una financiación entregada, sí.

Y luego el lío del traspaso precipitado de carteras de inmuebles a finales de 2012. Había prisa, mucha prisa, para que la adquisición entrase en el año. Luego mucho interés en conseguir socios en la SAREB como para que más de la mitad de su capital fuera privado y su endeudamiento no consolidase en las cuentas públicas. Esto último se consiguió pero sólo con capital español. Ahora surgen problemas en los contratos de compraventa pues las due dilligence se hicieron de aquella manera, como todo lo precipitado, o se pretende que las aseguradoras (las únicas entidades que invierten a largo plazo) sostengan las carteras de la entidad presidida por Belén Romana (en la imagen).

No sabemos qué preguntarle a una entidad que externaliza la elaboración de su plan de negocio. En latín tenemos dos preguntas:

¿Quo vadis SAREB, porque parece que las soluciones, aunque a quince años, no son sino fruto de la improvisación, como demuestra que en seis meses se pase de un banco malo por entidad a uno peor para las entidades malas, y ¿quosque tándem SAREB abutere patientia nostra La patientia del contribuyente.

Rubén Manso

ruben@hispanidad.com