El viejo chiste habla de un hombre que se sienta en el banquillo de los acusados acusado de asesinato. El fiscal le acosa:

¿Así que dice usted que ni tocó a la víctima, eh?

-No, Señor.

-Está usted bajo juramento. ¿Sabe cuál es la pena por perjurio?

-Menor que por asesinato.

Con la famosa reforma de cajas de ahorros está ocurriendo algo similar: todo el mundo perjura sobre sus cuentas con tal de salvarse de la condena por asesinato, que es pena de horca. La horca en este caso es verse obligado a competir con un brazo atado a la espala con otras entidades a la que el Banco de España no impone tan draconianas condiciones. Además, si ayudas a uno tienes que ayudarles a todos, pues se desvirtúa la libre competencia. La solución, claro, consistía en no ayudar a ningún banco o caja. En tal caso, a los depositantes.

Insisto en que la reforma de cajas es innecesaria, mala, onerosa y, encima, está resultando desastrosa: nos hemos cargado la joya financiera y el sostén de la mejor industria española.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com