Decíamos ayer que con el Sínodo de la Familia puede ocurrir lo que con la Humanae Vitae de Pablo VI. Mucho ruido y, a la postre, la ratificación de la doctrina de la Iglesia, que no puede cambiar en su esencia. Los árboles cambian de hoja pero no de raíz... o ya no son el mismo árbol.

De hecho, algo de eso se deja ver en la magnífico discurso de clausura del Papa Francisco, donde deja aclaro que el Magisterio de la Iglesia es lo que dice el Papa, o los obispos en comunión con el Papa. Verdaderamente tranquilizador.

Dicho esto, en Hispanidad vemos dos problemas:

1.- La largura del Sínodo. En un año, quizás dos, hasta escuchar las conclusiones, podemos estar confundiendo a muchos cristianos sobre qué dice la Iglesia en materia de parejas homosexuales, parejas de hecho, divorciados y vueltos a casar, etc.

2.- La imagen que se ha dado del Sínodo no es la de un Parlamento donde cada cual dice lo que le viene en gana (eso es lo que coadyuva a la confusión). La imagen de un Sínodo es la de un colegio o una universidad, donde existen docentes y discentes. El maestro no somete a debate las ecuaciones matemáticas, las enseña y los alumnos no van a debatir, van a aprender. Pues eso.

Por lo demás, todo está en orden.

Hispanidad

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