El próximo 27 de abril la Iglesia canonizará a dos papas del siglo XX: Juan XXIII y Juan Pablo II (en la imagen). La editorial Casals ha lanzado dos biografías de ambos pontífices y en ambos casos se nos ofrece las dos características clave de sus respectivos pontificados, que, miren ustedes por dónde, son la tolerancia y la educación para la paz.

Tengo para mí que el italiano y el polaco se hubieran sorprendido por tan sucintas definiciones de su paso por la silla de Pedro.

De entrada, la tolerancia. Roncalli y Wojtyla fueron dos tipos que toleraron al prójimo. Hombre, yo diría que hicieron algo más. Por la mera tolerancia, sin llegar al amor al prójimo, no se convierte uno en imagen de Cristo. La tolerancia es una actitud cívica, que apenas puede calificarse de cristiana. Suena a poco. Eso es una teoría de mínimos. Luego viene el respeto, que ya implica ponerse, de vez en cuando, en los zapatos del prójimo. Finalmente, escalamos hacia el amor, que es entregarte al otro.

Lo de la educación para la paz también resulta muy interesante. Barack Obama lo tiene apuntado en la agenda, aunque no siempre cumple el propósito. Y Vladimir Putin también adolece de algunos fallos. Por contra Juan XXIII y Juan Pablo II hablaban de paz exterior, claro, pero como consecuencia lógica de la paz interior, estado que no se consigue si no es desde la justicia y a ésta desde el perdón y el arrepentimiento. Wojtyla lo explicaba así: No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón.

Lo de la educación para la paz suena a concurso de belleza, evento que siempre conlleva un ardiente deseo por la paz en el mundo.

Es curioso que en ninguna de las dos reseñas de la editorial se hable de Cristo una persona que a lo mejor tuvo algo que ver con los dos galardonados. Porque si nos quedamos en la tolerancia y la educación por la paz, no sé si estamos hablando de dos santos. También podía aplicarse a una logia masónica, al Comité Central del PCUS, que no dejaba de hablar de paz, a Naciones Unidas, el eje del Nuevo Orden Mundial (NOM), cuyo objetivo principal consiste en aniquilar a la Iglesia, o... de un concurso de belleza.

No me pienso leer ninguna de las dos obras pero con el resumen de su contenido me basta para advertir del peligro, no de aniquilar a la Iglesia, sino de convertirla en una sociedad filantrópica, cuyos ideales son la paz y la tolerancia. Es decir, la falsa Iglesia, un espectáculo mucho más preocupante que el del calentamiento global.

Eulogio López

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