Sr. Director:
Todos los españoles hemos vivido con emoción y alegría la victoria de nuestra selección nacional de fútbol, revalidando el campeonato de Europa, como hace cuatro años, y ratificando que el título mundial tampoco fue casualidad, en una racha de gestas deportivas sin precedentes en nuestra historia.

La marca España tiene presencia y reconocimiento en Europa y en el mundo entero gracias al deporte, no sólo en el fútbol. Así, otros deportistas prestigiosos como Rafa Nadal, Fernando Alonso, Pau Gasol, Jorge Lorenzo, Alberto Contador o Marta Domínguez, son la mejor tarjeta de visita de nuestra nación y la mejor representación de nuestra cultura, los símbolos nacionales y el espíritu deportivo. La inyección de moral que nos aportan estos triunfos deportivos han elevado los ánimos de todos los españoles con una sensación de orgullo en nuestra identidad, de competitividad con el resto de países, superando ciertos complejos y pesimismos ancestrales.

Muchas lecciones podríamos extraer del ejemplo de nuestros deportistas que con su esfuerzo, talento, constancia, humildad, imaginación, y excelencia, representan un modelo a imitar por nuestra juventud y sociedad, para afrontar retos personales y profesionales, y en clave económica, la grave crisis que padecemos.

De forma especial, la clase política tendría que darse cuenta –de una vez por todas- de la calidad y del talento humano que alberga nuestro país, muchas veces desperdiciado por las políticas de confrontación que de forma egoísta y malintencionada impulsan y promueven, que, junto con el intervencionismo partitocrático –que lo controla todo y nada deja al albur de los ciudadanos- supone un cáncer social paralizante.

La selección española de fútbol, integrada por jugadores provenientes de todo el territorio nacional, ha demostrado que cuando se aúnan esfuerzos en aras de un objetivo común y superior, el éxito es posible. Ésta es la principal lección que algunos políticos deben aplicar a la  forma insolidaria y miope que a veces tienen de hacer política.

 

Ojalá que también, de ahora en adelante, sepamos superar prejuicios pueriles y sigamos enarbolando y luciendo sin complejos –y no sólo ante eventos deportivos- la bandera roja y gualda, símbolo del orgullo de ser español, dejando de lado  reminiscencias pasadas que se han encargado de alentar los enemigos de España, ya sean de nacionalistas exacerbados o de otros oportunistas políticos.

 

 

 

Javier Pereda Pereda