Sr. Director:
Los ecos de la preocupación de la Iglesia por la situación social y económica de la sociedad occidental están hoy especialmente presentes en la palabra de la Iglesia.

Y es que cabe recordar que la vida moral y la vida económica no son separables; si se separan, la economía se vuelve contra el hombre.

Para conjurar los riesgos de un capitalismo sin reglas es necesaria una política con dimensión moral y un sujeto comunitario capaz de moverse con gratuidad al servicio del bien común.

Pienso, Sr. Director, que la Doctrina social católica es, por tanto, un instrumento adecuado para corregir las patologías del sistema económico global que padecemos.

Jesús Martínez Madrid