La cristofobia es una realidad de construcción variable, pergeñada bajo el aforismo "cara yo gano, cruz tú pierdes".

Por ejemplo, la tertuliana televisiva -de cuyo nombre no quiero acordarme- que hace 10 días lanzara la campaña "Maldito cura: paga el IBI", ha cambiado de opinión. Aclarado el embuste de que la Iglesia recibía trato de favor respecto a partidos políticos, sindicatos, fundaciones, ONG, etc., etc., etc., que también andan exentos del IBI, se ha producido la necesaria variable y ahora se ceba en aquellos edificios, propiedad de la Iglesia, pero no dedicados al culto. A lo mejor con esta variable lo que hacemos es fastidiar más la cuestión, pues hay edificios dedicados a la asistencia de cuerpos que pueden resultar tan "religiosos" como aquellos dedicados a la asistencia de almas.

Pero dejemos eso. Como toda persecución, la campaña actual contra la Iglesia se basa en muchas mentiras. Por ejemplo, nuestra precitada tertuliana se ha sumado a la campaña contra la financiación de la Iglesia: sí, de acuerdo, no hay privilegios en el IBI pero resulta -la nueva mentira de los cristófobos- que nos vemos obligados a revisar, por justicia social, toda la financiación a la Iglesia.

Por eso, nuestra tertuliana lanza el embuste, que empiezo a escuchar, cacareado, en demasiados medios, de que Cáritas -esa obra social que no podemos atacar por ser social, que si no…-: "Si tengo bien entendido, sólo el 3% del presupuesto de Cáritas procede de las donaciones de los católicos". Pues no prenda, no, lo tienes muy mal entendido. La financiación de Cáritas procede de la Iglesia y la Iglesia se financia en un 75% con limosnas y sólo el 25% de la asignación tributaria, que no son fondos públicos sino la única libertad que le queda al contribuyente español para decidir dónde va el dinero de sus impuestos. Una parte mínima, por cierto.

En el caso de Cáritas, dos terceras partes proceden de donaciones y el otro tercio de subvenciones públicas (como las ONG) y de la precitada asignación tributaria. Del 3% al 75% hay una diferencia pero es lo mismo. Es como lo de los 300.000 abortos clandestinos: otra gran mentira pero ¡qué más da!

Y como la cristofobia es de construcción variable, resulta que estas cifras las he sacado de lo que la Iglesia se ha gastado en explicar a los fieles e infieles de dónde saca su dinero y en qué lo gasta. Ojalá el Estado o los partidos políticos fueran tan transparentes.

Lo digo porque, cuando la nueva mentira sobre la financiación de Cáritas ya está desmontada y entonces los cristófobos vuelven a variar y acusan a la Iglesia de falta de trasparencia. ¿Por qué no se dejan de monsergas, y de embustes, y pasan al ataque directo, a la injuria dolosa? Resultaría mucho más coherente con aquello que les mueve: el odio a Cristo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com