Sr. Director:
Si me preguntan qué destaco de la visita del Santo Padre, en la JMJ, para mí es muy difícil responder, pero tengo que decirles que lo que me conmovió muchísimo fue que ante la tormenta, el viento y la lluvia que de pronto se desencadenó en Cuatro Vientos al comienzo de la Vigilia, que tuvo que interrumpir su mensaje porque los papeles, los paraguas, todo se lo llevaba el viento.

 

Ante ese imprevisto los hombres que cuidan de la seguridad del Papa intentaron invitarle a que abandonara el aeródromo, pero Benedicto XVI sin perder la sonrisa, la alegría y la serenidad, les dijo: "Yo me quedo aquí, con mis jóvenes".

Tal vez algunos pensarían en esos momentos ¡qué mala suerte! ¡Qué falta hacía quizás, esa borrachera de viento y lluvia! ¿Eso no estaba previsto? Decían medio en broma algunos comentaristas por la televisión, como creyendo que ello iba a deslucir el acontecimiento. Pues todo lo contrario, aunque el viento y la lluvia tardaron en amainar, como la fe de los dos millones de peregrinos era "firme" como reza el lema de la JMJ "Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe" demostraron pasar de la euforia y del canto de la mayor fiesta del mundo, al absoluto silencio y el total recogimiento de la mayor contemplación eucarística de la historia.

La iglesia y la humanidad están de enhorabuena con el testimonio de estos millones de jóvenes.

Elena Baeza