La moral no es un freno para el progreso económico sino la única forma de evitar la miseria. La bomba demográfica no consiste en que haya mucha gente, sino en que haya pocos jóvenes. Y esto no es una verdad moral, sino una evidencia económica. Si Europa está perdiendo la primacía económica en el mundo es porque antes ha perdido la primacía moral, lo que nos ha convertido en una triste sociedad envejecida.

 

Lo cuenta Benedicto XVI, el hombre que ha convocado a jóvenes de todo el mundo en Madrid, en cierta ocasión en que alguien le recordó una de los disparates más grandes que se utilizan contra la Iglesia: el de que el cristianismo propone las familias numerosas y que, con la superpoblación provoca pobreza. Ahí va su defensa: "Es un completo disparate [relacionar moral y pobreza]. La miseria se produce por la quiebra de la moral, que antes ordenaba la vida en las organizaciones tribales y en la comunidad de los cristianos creyentes(…). La Iglesia predica sobretodo la santidad y la fidelidad del matrimonio. Y cuando su voz es escuchada, los hijos disponen de un espacio vital en el que pueden prender el amor y la renuncia".

Y ahora lo mejor: "La miseria no procede de la familia grandes, sino de la procreación irresponsable y desordenada de hijos que no conocen al padre y a menudo tampoco a la madre y que, por su condición de niños de la calle se ven obligados a sufrir la auténtica miseria de un mundo espiritualmente destruido".

Este planeta, en suma, da para alimentar a centenares de humanidades. Los dones de Dios son inabarcables. Es el hombre el que los limita con su inmoralidad, no sólo en el ámbito procreativo y de la familia –sin familia sana, no hay economía sana-.

Es más, para quienes ven al hombre como un elemento más del universo, la cosificable, "el preservativo parece más eficaz que la moral", pero sólo conduce a "una sociedad egoísta en la que todo el mundo puede desfogarse sin asumir responsabilidad alguna. La miseria procede de la desmoralización de la sociedad y la propaganda del preservativo es parte esencial de esa desmoralización".

Y si de la economía pasamos a la economía política, "cuando pienso que en Europa se pagan primas a los agricultores para matar a sus animales, destruir trigo, uva frutas de todo tipo, porque ya no pueden controlar la superproducción, me parece que esos sabios ejecutivos, en lugar de aniquilar los dones de la creación, harían mejor en reflexionar en cómo conseguir que redundasen en provecho de todos".

Es el gran engaño económico de los poderosos y pudientes: nos han dicho que el problema está en la sobrepoblación cuando el reto es la superproducción.

Los jóvenes son los responsables de que la estafa no se alargue por generaciones. Al menos, los jóvenes que buscan la verdad, como los que están a punto de llegar a Madrid, les interesa saber que ninguna política económica mejor que la que propone el Papa.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com