Sr. Director:
Para quienes todo lo valoran bajo el prisma de lo material y tangible y no admiten otro baremo que los resultados y la eficacia, una vez más habrá que concluir que las cosas de Dios no son -ni mucho menos- como las vemos los humanos.

 

En los días de JMJ en España han proliferado las cifras millonarias que el evento habría de tener para las arcas estatales o para la maltrecha economía española. Los principales medios se implicaron en discusión o visión contradictoria de la realidad, predominando, al final, que el haber sería muy superior a los gastos, como así ha sido.

Poco o nada se habló de los frutos espirituales del evento. Y es que esto escapa a todo cálculo y previsión humanos. Un detalle significativo de lo dicho: De los 200.000 jóvenes, que el día 22 se reunieron en la Cibeles -la mayor parte de ellos, del Camino catecumenal- ¡gloria a Dios!- y a sus impulsores españoles Kiko y Carmen, unos 7.000 dieron el paso al frente, para ofrecerse personalmente como sacerdotes, misioneros o consagradas, para evangelizar Europa y Asia.

Sólo por este visible resultado espiritual mereció la pena la celebración de la JMJ 2011, sin poder vislumbrar lo que Dios ha obrado en el alma de millones de seguidores.

Miguel Rivilla San Martín