Discrepo de la persona que envió ayer una carta, bien clara y concisa, a Hispanidad, publicada en nuestra edición del jueves.

No, no creo que Judaísmo e Islam sean lo mismo ni que Occidente se oponga a ambas. Los judíos son los predecesores de los cristianos. Eran el pueblo elegido y su irrepetible historia así lo demuestra. No conozco ningún pueblo que haya sobrevivido 1.900 años sin unidad política. Y, si me permiten la fruslería periodística, y estadística, tampoco conozco ningún caso de un pueblo de 13,5 millones de habitantes que dé tanto que hablar y alrededor del cual gire la rueda de la historia que protagonizan 6.500 millones de personas.

Por lo demás, Cristo, el Dios encarnado, era un judío, como judía fue la única doncella, el único ser humano, nacido sin pecado original. El antiguo testamento forma parte de la Biblia con todos los honores. Israel no sólo es Occidente, es el origen mismo de Occidente y el único país occidental de Oriente medio. Buena prueba de ella es que constituye la única democracia de esa zona del mundo.

Por contra, el Islam no es más que una caricatura. Meramente externa, de lo que la progresía califica despectivamente como cultura judeocristiana. Una religión donde llamar padre a Dios sería simplemente una blasfemia.

No, los judíos son nuestros aliados y lo más parecido que existe a Europa o a América en el continente asiático, el más poblado del mundo. Un cristiano, o un occidental, que no se sienta ligado al judaísmo tiene un problema grave de identidad.

Otra cosa bien distinta es que la corrupción de lo mejor es lo peor y que no hay peor enemigo que el disidente del propio bando. Una gran verdad, pero que no hace más que confirmar la tesis. De hecho, el enemigo de Occidente hoy ni es el Islam sino el relativismo occidental. Los amigos de Occidente son los amigos de Israel, ubicado en Medio Oriente. Los enemigos de Israel lo son de Occidente. Y hasta en nuestros defectos nos parecemos. En efecto, el mayor problema al que se enfrenta Israel no son los musulmanes sino la baja natalidad.

Tan occidentales son los judíos que sufren nuestros mismos vicios: una sociedad decadente, sin vitalidad, incapaz de tener ni tan siquiera los hijos que aseguren la próxima generación. La derrota del pueblo judío está hoy más amenazada que nunca, pero no por el nazismo ni por los talibanes sino por su comodidad burguesa, que ha provocado un desplome de la población. Igualito que en la Europa cristiana, tan preocupada por salvar el planeta que está dispuesta a condenar a la raza humana para la que se hizo el planeta.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com