El gran problema de Occidente, especialmente de Europa, madre del mundo, es que ya hay tres generaciones que no han tenido que luchar por su libertad. Les vino dada, nacieron con ella. Y eso es maravilloso ciertamente, además, en una sensación de bienestar. Con paro, sí, pero con un bienestar que tampoco se han ganado: nacieron con él.

Supongo que ese es el sustrato que explica la actitud de los políticos europeos, a fin de cuentas, hijos de su sociedad. Aún más, el político no es sino un permanente buscador del presunto sentir general. Otea lo que él denomina opinión pública y que en verdad no es sino lo políticamente correcto.

Dicho de otra forma, la clase dirigente europea, la progresía europea, de izquierdas y de derechas, se han convertido en mentirosos que se creen sus propias mentiras.  

Sólo así puede comprenderse la actitud europea ante los sucesos de Egipto y el estallido en el mundo árabe. Pero centrémonos en el estallido de El Cairo. Las palabras huecas escuchadas el viernes en Bruselas sobre transición pacífica son tautologías, el recurso de los cobardes. Todos estamos convencidos, ciertamente, de que nuestros políticos no desean una guerra en Egipto pero también de que, a tenor de sus declaraciones y tomas de postura, simplemente no sabemos lo que quieren. Transición pacífica sí, pero ¿quién debe ejercitarla? ¿Mubarak? ¿El Baredei? ¿Los hermanos musulmanes? No hay respuesta.

La actitud cristiana y Europa fue creada por el cristianismo- es la del compromiso con los problemas. No es la injerencia sino la injerencia positiva. Injerencia pacífica, a ser posible,  pero injerencia a fin de cuentas. Lo que se ventila ahora mismo es el mundo árabe es la lucha ente la libertad y la esclavitud. Toda Europa sabe que los Hermanos musulmanes no son sino un grupo fanático que funciona como una ONG terrorista. Sin embargo, Europa no busca la justicia y libertad en los países islámicos sino la estabilidad, es decir, mirar hacia otro lado mientras los fundamentalismos musulmanes o los autócratas laicos pisotean a su gente.

En el momento en que escribo estas líneas, Europa ha caído en el fatalismo que le es tan inherente al relativismo, la contrafilosofía vigente en el Viejo Continente: ahora todo se trata de que caiga Mubarak. No es un santo, el presidente egipcio pero ¿de verdad sabemos a dónde nos conduce su caída?

Para que no cupieran mucha más dudas, el viernes, el gobierno iraní ha llamado al mundo árabe a un levantamiento del mundo árabe. Esto es muy útil: ahora ya sabemos de dónde procede dicho levantamiento. Berlusconi que, cuando su rijosidad le deja tiempo o libre dice cosas interesantes, asegura que Mubarak es un hombre sabio. Sabio no sé pero Occidente no debería precipitar su caída sin saber cuál es el recambio. La única transición posible desde una dictadura a una democracia es por la vía de la reconciliación entre lo que fue, lo que hay y lo que viene, no de la venganza. Pero para conciliar hay que ser muy fuerte.

Por supuesto, lo que late detrás de la tibieza europea no es más que cobardía, miedo a llega al enfrentamiento abierto con el islam. Por eso el Islam gana, y si llega el enfrentamiento directo, espero que no, hay que considerar que los musulmanes ya disponen de una quinta columna, introducida en el mismo corazón de Europa. Un detalle que tiene su importancia

Eulogio López

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