Me lo cuenta mi quiosquero, que es ecuatoriano: "Llevo 12 años en España y no quiero volver a mi país. Sí, han mejorado las cosas, hay edificios mejores, calles más asfaltadas, las playas más cuidadas, hay más posibilidades y menos paro que en España. Pero no quiero volver: allí se sigue sin respetar a la gente, las mujeres... Vamos mejor de dinero pero no de civilización. Yo quiero quedarme aquí".

De entrada, da gusto escuchar esas palabras de un inmigrante porque tal parece que los residentes foráneos en España tienen como primera dedicación poner como no digan dueñas al país que les ha acogido, a la madre patria. Y eso que no estoy seguro de que España no sufra también una crisis de 'civilización'.

Pero, en cualquier caso, me parece un análisis sociológico de primer orden. Iberoamérica está creciendo económicamente pero le falta civilización. Y por civilización entiendo lo que se entendió siempre, aunque ahora suene a concepto premoderno: la consideración, de origen cristiano, de la dignidad inconmensurable del ser humano, sujeto de derechos que merece todo respeto. Y esto no es más que la derivada social, política y económica del mandamiento cristiano único: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Y eso es lo preocupante: que Iberoamérica esté ganando en modernidad pero no en civilización. Porque el progreso tecnológico sin avance en caridad, perdón, en solidaridad, perdón, en civilización... es un infierno.

Eulogio López

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