Sr. Director:

El mundo lamenta la desaparición de un gran escritor D. Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura. Al enterarme de su fallecimiento, lo primero que vino a mi ánimo fue el rezar una oración por su alma, para que Dios en su infinita misericordia lo acoja en su seno.

A continuación, lo siguiente, fue recordar su obra y lo declarado en una de las últimas entrevistas, en la que "renegaba" de "Cien años de soledad", que lo lanzó a la fama y  al Olimpo de la Literatura, que luego confirmó con magníficas obras posteriores. Como amante de la escritura, principalmente poesía -hoy día muy arrinconada-, me vino a la mente otro Premio Nobel de Literatura, también Hispanoamericano, el chileno Pablo Neruda; que curiosamente también renegaba de la obra que lo lanzó a la fama: "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", y sobre todo de su magnífico poema 20, que se lo hacían repetir allá donde iba. "Puedo escribir los versos más tristes esta noche….."

En este recuerdo, no encontraba más que una explicación a este rechazo. Se podría decir que les molestaba, el que aparentemente no se apreciase el resto de su obra; más yo creo, y es una mera opinión de escritor, o de escribidor, que al pasar de los años se dieron cuenta de que en ambas obras es donde más desnudaron su alma y eso les inquietaba. Pero por eso mismo llegaron a lo más hondo de quien les leía, y también por eso, sin desmerecer a todo el resto que escribieron, pasarán a la posteridad por ellas. En un poema dedicado a Federico García Lorca que escribí hace tiempo, en una estrofa, expresé esta idea:

"El poeta entre sus versos

el alma se va dejando,

que los inspira y alienta,

y si es grande como tú,

gota a gota, va quedando".

Uno, Pablo, se dejó en los poemas el amor, desgarrado, humano, aquel que no llegó a encontrar; el otro, Gabo, la soledad de un alma sensible que no pudo satisfacerse. Hoy lamentamos la pérdida de Gabriel García Márquez, pero el mundo tiene la fortuna de que quedan sus obras que les trascenderán a ellos y a nosotros, pasando así a la lista de los inmortales cada vez que unos ojos puedan disfrutar leyéndolas.

J. R. Pablos