Es cierto que al 99% de los varones les gusta ser estimados así como el 101% de las mujeres. Pero ojo, les gusta ser alabados por sus próximos, sean más o menos prójimos, no por un político desde la tarima de un mitin o desde la tribuna del Congreso.

A la mujer le agrada, naturalmente, que le estimen, pero a sí misma no al conjunto del sexo femenino. Y eso no es vanidad, es simple racionalidad. Sabe perfectamente que el lejano que lanza un ditirambo sobre las mujeres, no puede ni comprenderla, ni aceptarla, ni estimarla.

A la mujer no le gusta que le alaben en masa. Aspira a que le estimen a título individual

Y sí: ya he escrito que al sexo femenino le llamamos débil, no porque tenga menos energía y menos vitalidad que el varón. Tiene menos fuerza bruta, eso es cierto, pero no por eso le calificamos como débil. En una especie racional, es evidente que la fuerza bruta no es terminante, lo que los militares saben muy bien desde que un alfañique puede matar en combate a un gigante por el simple hecho de apretar un gatillo, para lo que no se necesita mucha fuerza. No llamamos débil al sexo femenino porque la mujer -y esa es su grandeza, que no su debilidad ni su miseria- necesita ser estimada por quienes le rodean o cae en la melancolía. Pero hablamos de afecto real, no de una moda lanzada por los políticos para dárselas de feminista que ahora es lo políticamente correcto.

Por eso, la moda actual de los políticos, comenzado por aquello de 'compañeros y compañeras', que tanto alarga los ya de por sí dilatados discursos políticos, no creo que gane la voluntad de las mujeres sensatas. De las necias -por ejemplo de las feministas- sí. Porque lo de 'compañeros y compañeras' no sólo es una horterada sublime, es, además, una estafa. Los políticos, y las políticas, le piden a la mujer su adhesión, su voto, a cambio de un halago general, falso e interesado. Sólo las tontas muerden el anzuelo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com