Una niña, de apenas 14 días, ha muerto a manos de su propia madre que la ha asfixiado.

Puestos a buscar la causa de este comportamiento, destaca con fuerza una razón poderosa; la que mira a la formación de las madres de hoy en los valores humanos, morales y cívicos.

Vivimos en una cultura de la muerte, que nos rodea por todas partes. Basta profundizar un poco para que esta cultura se aparezca tal como es, con un egoísmo feroz, una violencia agresiva y el poco respeto por la vida de los recién nacidos, todo ello adobado  por los mejores ingredientes hedonistas y materialistas. Todo nos lleva a un estado de naturaleza donde todo está permitido, donde no existe la más mínima referencia moral.

Unas cifras a tener en cuenta; cada seis segundos un chiquillo, menor de cinco años, agoniza de hambre en el universo. Y cada tres minutos han fallecido por depauperación 30 chavales. En total seis millones de críos, menores de cinco años, sucumben cada año de enflaquecimiento en el mundo, según una investigación de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Más de 180 millones de criaturas, menores de 10 años, padecen hambre porque no tienen nada para alimentarse. Asimismo, 177 millones de chiquillos sufren demora en su desarrollo a causa de la escualidez de sus mamás durante el embarazo y casi 8 millones de recién nacidos fallecen al año, debido a la aciaga salud y a la mala alimentación de la madre, al escaso cuidado durante el alumbramiento y a la negligencia en la atención del bebé. Y esta evidencia tiene lugar en unos países donde 15 millones de jovencitas entre 15 y 19 años dan a luz, anualmente.

El análisis recalca que el planeta está lejos de obtener el propósito de la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996: rebajar a la mitad, para el año 2015, el total de niños indigentes. Donde la alimentación es más difícil, un bebé tiene una perspectiva de vida de apenas 38 años, mientras que en los 24 estados más acaudalados esa perspectiva llega hasta más de 70 años.

Uno de cada siete chiquillos nacidos en los países más pobres está sentenciado a morir antes de cumplir los cinco años. Al año agonizan más de 250.000 chavales. "La mayor parte de los niños mueren por carencia de alimentos y nutrientes esenciales, lo que les debilita, reduce su peso y acentúa su vulnerabilidad", asevera el estudio, y añade que "estos niños están expuestos a un riesgo muy alto de enfermedades infecciosas. En los países en desarrollo la diarrea, las enfermedades respiratorias agudas, la malaria y el sarampión son culpables de una gran parte de las muertes infantiles".

Esta angustiosa carga de congoja y defunción sucede en todos los países de Hispanoamérica y el Caribe.

Lo que sobra a los opulentos es patrimonio de los indigentes.

Clemente Ferrer

clementeferrer3@gmail.com