El pasado viernes se presentaban los resultados de Caixabank, que es la caja de ahorros Caixa convertida en banco por la fuerza de las armas, quiero decir, de la ley y de la presión de los mercados financieros, que son los que mandan en el mundo y los que están destruyendo el mundo.
Ciertamente, es el único gran banco cuyo margen de intereses resulta positivo. Pero no nos emocionemos. Decir eso es decir más bien poco. La verdad es que los resultados del sector bancario mundial no hacen sino amenazar con una nueva crisis bancaria… mundial.
Pero esa no es la cuestión porque, a pesar de ser los mejores resultados de la gran banca española, resulta que Caixabank tampoco puede tirar coches con cargo al ejercicio 2013. Digamos que en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Y a la postre, resulta que La Caixa, perdón, Caixabank, ha obtenido pérdidas por 700 millones de euros, sólo recuperadas mediante un crédito fiscal.  Pero ahí está lo bueno. Que Caixabank se distingue de los demás bancos, sociedades anónimas, porque está dirigido por un banquero a la fuerza, que quiere seguir siendo cajero. Y así, Isidro Fainé (en la imagen) se ha empeñado, pese a cerrar 2013 en números rojos, en mantener la obra benéfico-social (OBS) más importante de España: 500 millones de euros. De esa cantidad, dos terceras partes de las cuales se dedican a obra social, no cultural (mucho pedantón y poca solución). Para ser exactos, niños pobres -se llaman pobres, no indigentes-, ancianos terminales, vivienda para desfavorecidos y trabajo para disminuidos físicos o mentales.
Al parecer, Fainé se ha empeñado en conjugar la retribución al accionista de Caixabank con la retribución a los desfavorecidos de la Caixa. La entente no es fácil.
Pero el rastro del cajero Fainé se deja ver en otros situaciones. El Nuevo Orden Cultural (NOC), es decir, Basilea, es decir, a los mercados financieros, especulativos, calvinistas, anglosajones, no sólo les disgustan -¿disgustaban- las cajas de ahorros por ser pequeñas y por no ser SA. También les disgustaban porque representaban el soporte accionarial de industrias estratégicas. Al NOC -si lo desean puede llamarle Nuevo Orden Mundial (NOM), que es lo mismo- tampoco le gustan que las entidades bancarias pierdan el tiempo con esa vulgaridad llamada industria. Los bancos deben ser instrumentos circulares, que especulan con dinero propio y ajeno, sobre todo ajeno, pájaros de mal asiento que no están dispuestos a servir de soporte accionarial a una industria alguna, para conformarse con cortar el cupón cada año. ¡Qué aburrimiento!
Pero a Fainé y a su gente sí que le molan. Por eso, La Caixa es accionista de referencia de Abertis, Gas Natural Fenosa, Repsol, amén de participar en otras empresas como Telefónica o Agbar.
Naturalmente, Basilea trata de perseguir esas participaciones industriales de los bancos. Y el Banco de España, así como el Banco Central Europeo (BCE), le secundan. No manchéis vuestras limpísimas manos en tan abyectos proyectos. ¿Qué es eso de producir para la sociedad Eso es para provincianos. Lo cosmopolita consiste en que el dinero te queme en las manos y su velocidad de movimientos despiste al primo que pretendes desplumar. Y ese primo suele ser lo que antes llamábamos pueblo.
Ya saben, el ideal del NOC es una economía donde manden pocos bancos, enormes, de alcance mundial, créditos grandes para prestatarios grandes. Sobre todo para el Estado, que es el agente económico más grande y más ineficiente que puebla el planeta.
Es la Conjura de Basilea: banqueros y políticos contra la humanidad. No es broma: los banqueros dedican el dinero de los demás a comprarle deuda al Estado y, a cambio, éste se compromete a salvarles con dinero público cuando entren en barrena.
Por lo demás, este ataque a la banca industrial -las cajas eran todas, de suyo, bancos industriales- nos remonta a la olvidada distinción entre empresario y financiero. El primero es el que produce un bien o un servicio para la sociedad. El segundo es el que compra y vende.
Por eso, los bancos industriales, como fueron todas las cajas de ahorros, han sido sustituidos por los fondos de capital-riesgo: poco capital y ningún riesgo, gente que compra para trocear y vender. Es decir, para destruir, en lugar de construir. Es decir, banqueros progresistas.  
Y como Fainé tiene alma de cajero, aunque le hayan obligado a convertirse en banquero, resulta que La Caixa tiene la mayor red de oficinas de España y la mayor plantilla: 32.000 tíos. Él lo explica así: hay gente que le gusta ir a la sucursal bancaria, a sacar o meter dinero, a informarse, etc. Se necesita otra gente, los empleados, para atenderla. Eso sí, sólo el 5% de esa gente forma parte de los servicios centrales que son los más improductivos.
A un banquero moderno, eso de atender a la gente en la sucursal constituye una lamentable pérdida de tiempo. La gente que vaya al cajero, que los empleados de banca tiene mucho que hacer colocando el dinero de los pudientes en las grandes empresas o utilizando el ahorro convertido en inversión en operaciones rápidas, a ser posible de rápidas ganancias.
Con la concentración de entidades y la reducción de oficinas -aunque es cierto que en España, ahora mismo, se necesita esa reducción- se consigue expulsar de los servicios financieros a los pobres. Mejor dicho, no se les expulsa. Simplemente se les pone al final de la cola. Si quieren invertir su dinero, y rara vez tendrán sobrante que invertir, el banquero moderno se lo colocará en productos masivos que no entenderá y cuyo destino último no conocerá. Y si no tiene liquidez alguna, que es lo que suele suceder con estos menesterosos, que se olviden de cualquier acceso al autoempleo o a esa maravillosa propiedad privada que supone la vivienda familiar. Con el oligopolio bancario hacia el que nos encaminamos, perded toda esperanza.
En cuanto a los servicios bancarios obligados -por ejemplo, la domiciliación de recibos- la mecanización y la cnvcentración bancaria -el oligopolio- sólo servirá para que se dispare el coste de esos servicios de pago de los que ni ricos ni pobres pueden renunciar, por la sencilla razón de que sin ellos resulta imposible vivir en las bancarizadas sociedades del siglo XXI.
Las cajas de ahorros, creadas por la iglesia y por ayuntamientos y diputaciones, nacieron para luchar contra la usura. En el siglo XXI hubieran sido más necesarias que nunca, porque ahora la usura se ha disfrazado de modernidad. No se imaginen las tristes covachas dickensianas, el despacho de Mister Scrooge, sino los enmoquetados despachos de los banqueros galácticos que compran y venden dinero, no por interés sino por hacer realidad el juego de suma cero de que si algo ganas es porque alguien lo ha perdido.
Fainé puede ser el último cajero, pero espero que el ejemplo cunda. En breve, habrá que resucitar las cajas de ahorros para luchar contra la usura. Como hace 300 años.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com