Un misionero -como siempre, los que pisan el terreno- con muchos años en Malí, le cuenta a Hispanidad lo que todos pensamos pero callamos: los salvajes de Al Qaeda iban a convertir Malí en un régimen talibán, con el correspondiente degüello masivo de cristianos, matanzas que siempre coinciden con una llamada al orden de los líderes occidentales e incluso, muy probablemente, con una tajante declaración de condena por parte del secretario general de Naciones Unidas.

A François Hollande, que por fin se distancia del aroma zapateril, aunque sólo en política exterior, no ha querido esperar y ha lanzado a sus tropas contra los terroristas. Y naturalmente, los terroristas islámicos -y cualquier terrorista- se han comportado como lo que son: unos cobardes. Siempre rehúyen el combate abierto. Prefieren secuestrar civiles y degollarles ante las cámaras de Internet, para hacer ejercicio de su nombre: crear terror.

En cualquier caso, ¿se ha dado cuenta don Mariano Rajoy (en la imagen) que un cura español, con mucha experiencia en Malí, le ha llamado cobarde

Dicho esto, de la guerra de Malí se pueden extraer varias lecciones:

1. La primera, que la ONU no sirve para nada. Es como don Tancredo. Al igual que en los Balcanes, como en Iraq, como en Afganistán, como en todas las buenas y malas intervenciones militares del mundo libre, un país ha tomado la iniciativa y posteriormente la ONU ha dado cobertura diplomática -sólo la negó en la aventura iraquí de George Bush junior- a toro pasado. Si Hollande hubiera esperado a una resolución del Consejo de Seguridad, los fanáticos ya habrían conquistado Bamako… y tendrían una representación muy lucida en Naciones Unidas.

2. Sin embargo, las guerras hay que ganarlas en tierra, siempre las gana la infantería. Bombardear las posiciones enemigas desde el aire es muy cómodo pero poco efectivo.

3. Esto también vale para los secuestros. Es la infantería, en este caso los comandos especializados, quienes deben actuar. El argelino Buteflika se ha comportado, en la estación de gas argelina, a lo Putin. Ha bombardeado el complejo y ha matado a terroristas y rehenes, no se sabe en qué proporción. Eso no vale. Es cierto que no se puede negociar con los terroristas.

4. A veces, los que ganan la guerra la pierden. Francia puede y debe vencer a los terroristas islámicos. Y Occidente no debe dejarla sola. Ahora bien, tras derrotar a los salvajes de al Qaeda conviene ayudar a los que les han sufrido: los malíes. Especialmente, los cristianos de Malí.

Y todo esto se resume muy fácil: hay que evitar la guerra pero también hay que impedir la injusticia.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com