Los etarras no necesitan pedir perdón a sus víctimas para beneficiarse de ciertas medidas gubernamentales. Bastará con que declaren que se desligan de la banda. Esto, según el Ejecutivo Rajoy dividirá a la banda.

Es que verá, señor ministro del Interior, Jorge Fernández, a lo mejor ese es el problema. No se trata de dividir al enemigo sino de hacer lo justo. Y lo justo es que si alguien quiere pasar de asesino a líder político -y eso es lo que pretende ETA- no basta con que deje de matar, debe enmendar el mal hecho. Y sin arrepentimiento no puede haber perdón. O mejor dicho, la víctima puede perdonar pero el verdugo no puede sentirse perdonado.

Los socialistas aseguran que eso del arrepentimiento es cristiano y como el cristianismo les provoca urticaria en el PSOE aseguran que no es necesario para la pacificación de Euskadi. Pero ocurre que nada hay más natural que lo sobrenatural. Es más, cuando se prescinde de lo sobrenatural sólo queda lo antinatural. Así que si ETA quiere influir pacíficamente en sociedad antes debería pedir perdón a las víctimas Y sin ese arrepentimiento no es que no pueda haber perdón, es que no puede haber paz. Insisto: todo se resume en la sentencia de Juan Pablo II. No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón... y no puede haber perdón sin arrepentimiento.

Además, ¿es que no se dan cuenta de que sin arrepentimiento no hay cambio, y sin cambio no hay mejora, ergo no hay progreso? En suma, mediante el método Rajoy, los etarras seguirán siendo terroristas sólo que ahora sentados en un escaño parlamentario.

Don Mariano Rajoy se ha equivocado: las víctimas tienen razón.

Eulogio López

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