La solución a los sucesos de los muy indignados caballeretes del sábado es muy sencilla. Consiste en una buena tunda a los energúmenos que querían matar policías porque quieren ser ellos los que impongan su ley a los débiles (físicamente débiles, que no espiritualmente). Insisto, una buena tunda y al talego con ellos.

Ahora bien, todo ello no se puede lograr en un país donde ocurre lo siguiente:

1. A los españoles no les importa el prójimo. Pocas horas después de que los salvajes -ni indignados ni porras, salvajes con ganas de hacer daño- mandaran a urgencias a más de 60 policías- la progresía defendía a los aprendices de homicidas con una sutil alusión a la violencia del Estado. Comunistas y socialistas se hincharon a declaraciones en este sentido.

La izquierda progresista, desde Zapatero aquí, sólo piensa en la guerra civil.

2. Los medios informativos, también los de derechas, hacían hincapié en la responsabilidad de la policía y de los mandos políticos y es que el PP también es cainita, y hay mucha gente que sería feliz de tirar, por ejemplo, a la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes. Personalmente considero que, en efecto, Cifuentes haría muy bien en marcharse a su casa, pero esa no es ahora la cuestión.

3. Los sindicatos policiales, especialmente el socialista SUP, compuesto por miembros apaleados por los salvajes, protestando, no contra los salvajes, sino contra los mandos policiales que, al parecer, les coordinaron muy mal.

Pero ahora viene lo mejor: los jueces y los políticos.

Los jueces ponen en libertad a todos los aprendices de asesinos que son recibidos como héroes. El que lanzó un adoquín contra un policía conmocionado en el suelo es jaleado por sus seguidores. ¿67 heridos y sólo uno en prisión Mire usted, o falla la norma o falla el juez. Supongo que ambos y, sobre todo el juez. Los magistrados son tipos geniales: cuando se equivocan se refugian en el sentido literal de la ley, pero cuando quieren pasar por encima de la ley apelan a su espíritu.

Los jueces españoles están haciendo realidad aquello de débiles con los fuertes y fuertes con los débiles. En este caso, los débiles son la policía y los fuertes los salvajes de la mala leche. O sea, los progresistas.

Y luego los políticos. Toda la democracia se basa en que se cumpla la ley. Y si la ley es injusta, que se luche por cambiarla dentro de la ley. Ahora bien, cuando son los políticos los que incumplen la ley y las sentencias judiciales, ¿por qué iba a cumplirla cualquier otro Y, sobre todo, cuando la ley se utiliza contra alguien y no a favor de todos, es decir, cuando se trata un cumplimiento cainita de la norma ¿cómo puede obligarse a la mayoría de los ciudadanos que si cumplan, no sólo con la letra, sino con el espíritu de la norma

Conclusión: como nadie cumple las normas, que es tanto como no cumplir los pactos, impera la ley del más fuerte. Del físicamente más fuerte. Eso siempre acaba en guerra civil.

Por cierto, ¿a que no hubo ningún problema al día siguiente, domingo, con la marcha provida ¿A que no se necesitaron antidisturbios

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com