Sr. Director:
Madrid es un hervidero de jóvenes venidos de todo el mundo para participar en la JMJ. El Retiro, la Puerta de Alcalá, la plaza de Cibeles, Colón... Decenas de chicos y chicas se pasean con sus mochilas de peregrino y sus gorras amarillas, verdes o naranjas.

 

Hay de todas las razas, idiomas, países y espiritualidades católicas. Van buscando zonas de sombra porque el calor aprieta. Pero se les ve felices, cantando, sonriendo, orgullosos de ser católicos. Cuando se cruzan grupos de peregrinos, se saludan animadamente. Y empieza a oírse corear el nombre del Papa: ¡Benedicto! ¡Benedicto!

Decenas de sacerdotes confiesan en el parque del Retiro. Cada uno pone letreros con los idiomas que conoce. Un grupo de voluntarios cuida de que nadie moleste a los que se quieren confesar. El primer día, a primera hora, pasó un madrileño haciendo 'footing' y preguntó a un voluntario si se podía confesar. "Por supuesto que sí", le respondieron. Y por supuesto lo hizo.

Valentín Abelenda Carrillo