Decíamos ayer que el principal problema de Cataluña es la elevación del ideal soberanista a la condición de Dios. Dicho de otra forma: prescindir de Cristo y sustituirle por la bandera estelada de la independencia. La eucaristía remite en Cataluña pero hoy me gustaría pasar de la cantidad a la calidad.

Ocurrió lo que reseña en una ermita-parroquia de los alrededores de Tarragona capital. Un sacerdote ya entrado en años -esto no es ningún defecto, estoy de acuerdo- celebra la eucaristía. Les ahorro intermedios. Al finalizar la celebración, el sacerdote se olvida el copón con el Santísimo encima del altar. Aún a riesgo de provocar chistes fáciles, curiosamente el mosén no se olvida el cepillo de las limosnas, que se lleva con él hacia la sacristía. Pero al Santísimo sí.

Se da la circunstancia de que por el altar pasan en fila india los devotos que pretenden besar el medallón de la Virgen, ubicado en la hornacina del piso superior.

Pero al asunto le faltaba un hervor. Es entonces cuando unos turistas, al parecer norteamericanos, rodean el altar, mientras el sacerdote, ya desprovisto de sus escasas vestimentas -y con una indumentaria ciertamente similar a la de sus interlocutores- conversa con ellos explicándoles no sé qué importantes detalles, de la ermita. Llega el momento en que el altar, insisto, con el Santísimo en una esquina, se convierte en romería, pero no de devoción mariana, sino de las baladas de Víctor Manuel

Le recuerdo a mi compañera de banco, veterana del lugar, que el Santísimo se ha quedado sobre el altar, rodeado de una pequeña multitud ajena a su Presencia, cada vez más vocinglera y me explica que al cura debe habérsele olvidado -ya saben, un olvido lo tiene cualquiera- pero que seguramente la sacristana se encargará de llevarlo al piso superior, donde está 'expuesto'. La cosa me deja estupefacto: ¿Expuesto en el piso superior ¿Expuesto ante quién

A todo esto, los turistas prosiguen su muy científica investigación con el cura quien, con grandes ademanes, les explica los pormenores, supongo, de la obra de restauración de la ermita, mientras la sacristana se dedica a limpiar el cubrealtar de posibles motas de polvo, imagino. Unos niños chillan alrededor de la mesa del sacrificio y una adolescente urge a su madre, de forma bien audible, para que se deje de beaterías y salga de una vez en busca de nuevos horizontes. Todo ello muestra un cuadro un tanto ruidoso pero decididamente alegórico de la Cataluña actual.

Decido levantarme para explicarle al sacerdote que se ha olvidado el Santísimo -al parecer, todo el mundo se ha olvidado- cuando, por fin, la sacristana -por lo menos, alguien- coge el copón con las formas consagradas y se lo lleva arriba, a la 'exposición'.

Me tranquilizó algo, pero el asunto ya me ha mosqueado lo suficiente, así que decido subir al piso superior a ver cómo exponen el Santísimo -costumbre muy aconsejable y cada vez más popular- y busco el altar de la exposición. La verdad es que se trata de un pasillo estrecho y no veo ningún altar. Por fin veo el Sagrario, en una esquina… depositado ¡en el suelo! Sí, han leído bien: el Sagrario en el suelo y, supongo que para que nadie tropiece con él, han colocado una vela encendida delante del mismo. Así, al menos, tendrán miedo a quemarse.

Y es entonces cuando comprendí que el problema catalán no es la independencia sino su paganización. Paganización que puede afectar a toda España, no digo que no, pero eso no me parece un gran consuelo, ¿no creen

La obsesión contra la "España que nos roba", no es más que una mera consecuencia. Los catalanes no se sienten españoles porque la unidad de España se enraíza en su esencia cristiana. O es cristiana o no será. Dicho de otra forma, que es lo mismo: los catalanes quieren independizarse -no todos, ciertamente- no porque se estén desespañolizando sino porque se están descristianizando. La maravillosa Sagrada Familia de Gaudí (en la imagen) se ha convertido en una atracción turística. Y lo es, ciertamente, pero sin olvidar por qué y para qué la construyó aquel genio catalán pero, sobre todo, cristiano. 

Eulogio López

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