Que sí, hombre que sí, que el PP hace muy bien en subir los precios de la enseñanza pública. En primer lugar lo que no cuesta no vale, es decir, lo que no se paga no se valora. La universidad pública está abarrotada de estudiantes vagos más amantes del chigre y la manifa que de empollar.

Además, hablamos de enseñanza superior, no básica. No todo el mundo tiene que ser licenciado. Supuesto, y no admitido, que la enseñanza básica deba ser obligatorio -no hay nada peor que un educando forzoso- estaremos de acuerdo en que la enseñanza universitaria no debe ser obligatoria.

Por lo demás, hay dos mitos en España: el educativo y el sanitario. El primero se resume en más clases y materias, esto es, más medios, mejor educación. El sanitario es similar: a más análisis y más fármacos mejor salud. El mito educativo ha dado lugar a una generación muy instruida y poco formada, que, por ejemplo, sabe idiomas pero no lee en ninguno y, a veces, cunde la sospecha de que tampoco piensa en ninguno. La educación consiste en tres cosas:

1. Intentar que el alumno le dé un sentido a su vida. Es lo que habitualmente entendemos por ideario o por formación. Mucho me temo que la educación pública y buena parte de la privada ha fracasado en este punto.

2. Enseñar a hablar, a leer y a escribir, así como las cuatro reglas. El resto sólo es instrucción. Para mí que Bolonia, así como los nuevos métodos de enseñanza, no van por ahí. Por ejemplo, fomentan poco la lectura. Pero resulta que la gente sólo piensa cuando habla o cuando escribe.

3. ¿Las matemáticas sirven para algo? Sí, para lo mismo, para entrenar en la concentración, es decir, en el pensamiento.

El segundo, el mito sanitario, exige especificar que los médicos no nos han alargado la vida, nos han alargado la vejez, es decir, la supervivencia. En definitiva, no es más el que va más al médico de la misma manera que, como decía mi abuela, no es más limpia la que más lava sino la que menos ensucia.

Con más análisis y más fármacos, y más pruebas, y más consultas, no se mejora la salud pero se forjan muchos hipocondriacos. Y, eso sí que dispara el gasto. Además, la medicina preventiva es como la guerra preventiva: una estupidez supina. Estoy convencido de que si fuéramos menos al médico gozaríamos de mejor salud… sobre todo psíquica.

En conclusión, bien por el ministro Wert en su afán por reducir el gasto educativo: bien por la ministra Mato por hacer lo propio, intentando que se valoren los fármacos. Sí, ya sé que lo han hecho para reducir el gasto y para romper el mito pero no se les puede pedir peras al olmo: recuerden que son ministros del PP.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com