Eduardo Punset nos lo ha dicho y lo menos que podemos hacer es escuchar sus sabias palabras de nuestro intelectual más bragado, al menos en las librerías: El amor es un instinto de supervivencia, una fusión para la supervivencia.

Naturalmente, cuando Punset habla de amor y enamoramiento se refiere justo a eso que está usted pensando.

Lo cual me llena de estupor porque significa que la gente se ayunta con la doña pensando en la supervivencia de la raza humana. Cuando Pepe el rijoso se precipita hacia Mary la cachonda lo hace para procrear, para que la raza humana no desaparezca de la faz de la tierra. Es posible que Pepe y Mary no lo sepan pero lo que quieren es tener muchos hijos, 20 ó 25, y no lo hacen presa de la pasión, no señor, sino porque su instinto les lleva a la bomba demográfica, a llenar el planeta. En definitiva, si desconocen sus verdaderas motivaciones, que nada tienen que ver con las turgencias de Mary es porque no han leído a Punset. Fíjense si será cierto que lo he visto en la tele.

No acabo de entender por qué razón, si esto es así, la contracepción se ha convertido en una de las industrias más rentables del momento, uno de los pocos sectores que no sufre la crisis que nos asola.

Divertir instruyendo es nuestro lema: he aquí cómo el pretendidamente agnóstico Eduardo Punset, el de los fluidos, el ateo militante, reproduce la doctrina cristiana, aunque eso sí, por la vía del instinto. Nada de celebrar a San Valentín, festejen a San Eduardo. Me imagino las declaraciones de amor eduardiana: Querida, mi instinto reproductivo me pide fusión para la supervivencia.

Transcurrido el día de San Valentín el balance comercial no es como para tirar cohetes. No se sabe si porque San Valentín no gusta o porque no hay dinero, el caso es que los gastos no se han disparado, aunque no poseo cifras sobre el instinto reproductivo punsetiano. 

Probablemente el concepto amor sea el más prostituido de todo el vocabulario. Viene una ilustre generación convencida -no me extraña- de que el amor es eso que se hace en la cama y no es dormir, pero el soporte empírico se lo ha proporcionado San Eduardo, mucho más científico que San Valentín y del que tenemos más constancia, dado que sale en la tele, como creo haber dicho antes.

A muchos de nuestros adolescentes conceptos como el compromiso, la entrega, la donación de uno mismo, les suena a chino. No es que los rechacen, es que sencillamente no han oído hablar de ello.

Lo  cual no deja de resultar peligroso, no sólo para la sociedad sino para el conjunto de la actividad económica. Entre los expertos norteamericanos en recursos humanos -aunque me temo que últimamente se han vuelto mucho más depredadores- se puso de moda años atrás medir la responsabilidad profesional de distintos colectivos humanos. Al final, resulta que el trabajador más responsable era la madre de familia y con hijos. Es decir, se trataba del trabajador más deseado. Porque era el más comprometido con la empresa. No la ama, porque la empresa no es una persona, pero

En cualquier, caso si tienen dudas, consulten al romántico Punset.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com