El Vaticano ha tenido que desmentir que vaya dar la comunión a los divorciados vueltos a casar, según informa la Agencia Zenit. Sospecho que entre ellos hay gente sincera que, por su debilidad, se han situado en terreno irregular, pero me temo que también existen divorciados que se han tomado el matrimonio tan a chirigota como la eucaristía y que exigen a la Iglesia el acceso a la comunión para molestar un poquito.

Pero ese no es el problema. La Iglesia es, ante todo, el soporte e intérprete de la fe. Es decir, es ante todo, magisterio. Matar a un cristiano no hace otra cosa que fortalecer a la Iglesia pero el verdadero ataque es el doctrinal: confundir a los fieles sobre lo que dice ese Magisterio. Por ejemplo, lo de los divorciados.

Esto me recuerda la traducción que hicieron mucho sobre el Vaticano II que podríamos resumir en la expresión popular: eso ha cambiado desde el Concilio, lo que, siempre ineludiblemente, suponía una relajación de la exigencia. Y también me recuerda la retorcida interpretación de unas afirmaciones de Benedicto XVI sobre los condones. En 20 minutos, los medios de comunicación de todo el planeta recitaban la misma salmodia: la Iglesia permite el condón.

Costó semanas desmentirlo y todavía hay quien no se ha enterado del desmentido... o peor, quien no quiere enterarse.

El mayor ataque contra la Iglesia no es contra las personas sino contra la doctrina. Si yo fuera satánico iría por ahí. Porque los mártires son semilla de cristianos y las profanaciones resultan insultantes, no sólo para los que poseen conciencia sino para los que poseen estómago. Pero crear la confusión doctrinal apunta directamente hacia la raíz de la iglesia. Lo único que los obispos no pueden permitirse es que los católicos no sepan qué es cristiano y qué no lo es.

Eulogio López

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