Sr. Director:
"No es humano…", decían los comentaristas de la televisión durante la retransmisión del histórico partido de tenis con Djokovic en el US Open 2011 de EEUU. Una final memorable que al final inclinó la balanza a favor del serbio.

 

Nada más lejos de la realidad. Rafa Nadal ha representado en ese lance deportivo todas las excelencias y virtudes de un ser humano prodigioso. En uno de sus descansos le oí decir: "yo he venido a luchar…". Fuerza, espíritu combativo, afán de victoria, modestia, patriotismo, preparación física, sacrificio…, son la viva encarnación de los valores que hoy son tan necesarios para enfrentarse a los serios problemas de una sociedad que se ha enrocado en una crisis sin precedentes.

La palabra decadencia planea sobre la civilización occidental encarnada en las dos grandes potencias mundiales: EEUU y Europa. El consumismo exacerbado de los últimos treinta años; el endeudamiento irresponsable y sin límites de las instituciones públicas y de las propias familias; la corrupción de la clase política; el desmoronamiento del sistema financiero y la ausencia de valores éticos y morales que impregna la educación de una buena parte de nuestras jóvenes generaciones constituyen el caldo de cultivo de este dramático panorama.

Ha tenido que ser una confrontación deportiva como la que se acaba de producirse entre los dos primeros tenistas mundiales, Rafa Nadal y Novak Djokovic, la que demuestre que, sólo desde la formación, esfuerzo personal y el constante ejercicio de las mejores facultades y valores del ser humano, se pueden alcanzar las metas que cada uno se propone con garantía de éxito.

El déficit de credibilidad y confianza en los líderes mundiales es hoy muy preocupante. La palabrería, los discursos vacíos y repetitivos, la falta de solidez en sus argumentos y la débil autoridad en sus decisiones no es más, en la mayoría de ellos, que el reflejo de su mediocridad y escasa formación, en algunos casos incluso ética o moral. En definitiva, eso provoca que haya un exceso de visión economicista y una alarmante ausencia de liderazgo político.

Hay que rearmar educativa y moralmente a la sociedad occidental. Las nuevas tecnologías nunca podrán suplir una formación humanística y cultural. Los liderazgos no surgen espontáneamente sino que se forjan en las escuelas donde se imparte una enseñanza de calidad, en las Universidades con un elenco de profesorado bien preparado y de prestigio profesional y sobre todo en el trabajo y esfuerzo diario para ganarse el pan con el sudor de la frente sea en el mundo de la empresa, la administración pública o en cualquier actividad laboral por muy modesta que sea.

Pau Gasol, otro de nuestros ilustres y exitosos deportistas mundiales, ha dicho recientemente que "siempre hay que tener hambre de éxito, de triunfar, de estar en lo más alto. Todo el mundo desea estar arriba y si tienes opciones de luchar por eso hay que ir a por ello".

Fe en el triunfo, confianza en sí mismo y en el equipo, afán de victoria, espíritu de trabajo, de tesón, paciencia y honestidad personal son cualidades de los líderes que deben dirigir nuestras sociedades. Alonso, Nadal, Gasol…, ojalá nuestros dirigentes nacionales y mundiales vieran en ellos un ejemplo a seguir para hacer despertar en los ciudadanos la esperanza en el éxito y triunfo de los retos y metas que se proponen.

El clima actual requiere una reflexión muy profunda para todos los que tienen o vayan a tener la responsabilidad de dirigir los principales estamentos de nuestra sociedad, sean políticos, jueces, empresarios, sindicatos, educadores o incluso los propios medios de comunicación. Inspirar confianza y seguridad solo se hace desde la autoridad de quien con su ejemplo, criterio firme y decidido, además de unas convicciones éticas sólidas, es capaz de aunar voluntades en un espíritu común de lucha por alcanzar metas de prosperidad y desarrollo.

Adam Smith dijo que "no puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados…". Combatir la pobreza y la desdicha de millones de personas que hoy sufren en sus hogares la escasez y la necesidad del trabajo e incluso del alimento, es y debe ser la intensa y casi exclusiva dedicación de quienes deseen conquistar la meta de la felicidad y prosperidad para nuestra sociedad.

Jorge Hernández Mollar