Los Hermanos Musulmanes son fundamentalistas disfrazados de ONG. Por eso son tan populares, porque aunque quieran implantar la sharia llevan muchos años prestando servicios en sanidad y en alimentación, por ejemplo, y un porcentaje de la población egipcia les está agradecida por ello.

Enfrente de los fundamentalistas islámicos están los militares egipcios, que han admitido un proceso democrático con matices, dado que el Ejército se reserva ciertas prebendas... que suponen en el control de resortes claves de poder en el Régimen. Entre otros el poder militar.

En esta historia no hay buenos, que conste. Tampoco Occidente, sobre todo Estados Unidos, quien ha jugado a aprendiz de brujo, hasta forzar la pregunta eterna: Islam y democracia son compatibles. Algunos pensamos que no, pero no tenemos tanto poder como Barack Obama.

Con Mubarak clínicamente muerto, y los dos bandos -fundamentalistas y militares- asegurando haber ganado las elecciones se plantea la eterna pregunta del amigo Aristóteles: ¿Qué es democracia, lo que preserva la democracia o lo que votan los demócratas? Traducido: ¿Se puede dar el poder a un fundamentalismo islámico que lo primero que hace cuando lo obtiene es cargarse los derechos humanos y, con ello, la democracia misma?

Salvando las distancias, algo similar ocurre con la izquierda vasca proetarra. Asegura el lehendakari Patxi López que los proetarras de Sortu son muy peligrosos pero que hay que legalizarlos porque "lo real hay que hacerlo legal". Pues mire usted, no. Nada más real que el homicidio y el robo pero no conviene legalizarlos, así lo solicita el 99% de la población.

Ahora, el Tribunal Constitucional, dirigido por el nunca bien loado Pascual Sala, acaba de leglaizar Sortu, al igual que hiciera con Bildu. Y esto es bello e instructivo, porque ahora ya sabemos la idea de democracia que tiene don Pascual Sala.

Eulogio López

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