• En Egipto, los Hermanos Musulmanes quieren quieren ejercer el mismo poder que Hosni Mubarak.
  • En Túnez, el país se polariza entre laicos e islamistas.
  • Y en Siria, Naciones Unidas calcula que desde marzo de 2011, cuando comenzó el levantamiento popular contra el Gobierno de Bashar al Assad, unas 60.000 personas han muerto.
La Primavera Árabe, esa revolución social que prendió en los países árabes reivindicando la libertad ciudadana contra los gobiernos dictatoriales que detentaban el poder no atraviesa sus mejores momentos.

En Egipto, se cumplen ahora dos años de la revolución y caída de Hosni Mubarak (en la imagen). Pero hoy hay más sombras que luces, con unos Hermanos Musulmanes instalados en el poder y empeñados en ocuparlo de manera cuasi-absoluta. La oposición egipcia organiza hoy dos marchas en El Cairo para conmemorar el segundo aniversario de la caída del régimen de Hosni Mubarak y para pedir la renuncia del actual presidente del país, el islamista Mohamed Mursi.

A la inestabilidad política se suma la social y económica. El capital extranjero se está marchando de Egipto, y el  turismo se está viendo afectado. ¿Cómo ir a un país donde las agresiones sexuales a mujeres se multiplican de manera impune

Pero si nos machamos a Túnez, la situación no es que sea para lanzar cohetes. El asesinato la semana pasada del opositor Bel Aid, cuya autoría no ha sido aclarada aún, ha desbordado un vaso que ya estaba lleno. La oposición acusa al partido islamista Al Nahda (o Ennahda, en el Gobierno) de no haber hecho nada para impedirlo, o, directamente, de estar detrás, algo que los islamistas niegan.

Y la tensión, entre tanto, se ha disparado, con una huelga general incluida
. Porque, más allá de un enfrentamiento entre laicos e islamistas, el conflicto tiene también una base económica, en la que sindicatos y movimientos izquierdistas exigen al Gobierno políticas más sociales.

La formación de un Gobierno de tecnócratas en Túnez, anunciada por el primer ministro, Hamadi Jebali, puede suponer un receso en el creciente enfrentamiento entre islamistas y laicos, pero la sociedad tunecina tiende inexorablemente a polarizarse entre dos fuerzas antagónicas.

Y para qué hablar de Siria, país ensangrentado por una guerra civil horrorosa entre las tropas gubernamentales del presidente Bashar Al-Assad y las opositoras, muchas de ellas simpatizantes del islamismo. Naciones Unidas calcula que desde marzo de 2011, cuando comenzó el levantamiento popular contra el Gobierno de Bashar al Assad, unas 60.000 personas han muerto a causa de los combates entre las fuerzas gubernamentales y rebeldes.

Bien está la búsqueda de la libertad. Pero cuando unas dictaduras son sustituidas por otras, la revolución está lejos de haber alcanzado su objetivo.

José Ángel Gutiérrez

joseangel@hispanidad.com